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Punin y Baburin, de Iván Turguénev

La emancipación de los siervos rusos, contada 200 años después.

02 de julio de 2020. Estandarte.com

Qué: Punin y Baburin Autor: Iván Turguénev Editorial: Nørdica Libros Año: 2018 Páginas: 128 Traducción: Marta Sánchez-Nieves Prólogo: Juan Eduardo Zúñiga Precio: 16,50 €

Punin y Baburin, de Iván TurguénevUn recuerdo doméstico marcó al escritor ruso Iván Turguénev de por vida y le inspiró años después Punin y Baburin, uno de sus textos más autobiográficos y, para muchos, una de sus mejores obras. Inédita hasta ahora en español, Nørdica la acaba de publicar, traducida por Marta Sánchez-Nieves y prologada por Juan Eduardo Zúñiga.

Iván Turguénev nació hace 200 años, un 9 de noviembre de 1818, en la ciudad de Orel (Rusia, a 360 kilómetros al suroeste de Moscú). La familia del futuro escritor pertenecía a la nobleza y poseía inmensas propiedades agrícolas trabajadas por unos cinco mil campesinos. Una mano de obra esclava sobre la que los propietarios ejercían un poder absoluto y, en ocasiones, despiadado. En ese contexto de sufrimiento y maltrato se encuadra el recuerdo que originó Punin y Baburin, cuando en la memoria de Turguénev quedó graba la imagen de su madre flagelando a sus siervos hasta la muerte.

Punin y Baburinse divide cuatro “actos”: 1830, 1837, 1849 y 1861. Tres décadas a lo largo de las que el lector transita, de la mano de sus protagonistas, por uno de los períodos cruciales de la historia rusa del siglo XIX: la larga lucha que desembocó, el 3 de marzo de ese 1861, en la reforma campesina del zar Alejandro II que decretó la emancipación de los siervos.

El recuerdo de la madre de Turguénev inspira el personaje de la abuela del narrador, una gran terrateniente para la que Baburin comienza a trabajar. Baburin, un republicano “dignísimo, de costumbres muy rigurosas, que se sale de toda regla”, protege (“puesto que es obligación de un pobre ayudar a otro pobre”) a Punin, un antiguo seminarista y vagabundo al que Baburin rescata de la calle y que le acompaña allá donde va (“come de mi comida, se instala conmigo en la misma habitación”). Pronto, tras interceder por uno de los siervos, Baburin es despedido. A partir de ahí la trama se traslada a las dos grandes ciudades del país, Moscú y San Petersburgo (en cuyas universidades Turguénev estudió), con grandes saltos temporales que introducen a nuevos actores y muestran la evolución física, anímica y material de los protagonistas.  

El conjunto, señala Zúñiga en el prólogo de la obra, ejemplifica cómo “Turguénev fue testigo de la lenta ruina de la nobleza rusa, aunque distanciado de ella por poderosas razones. Distanciamiento que le permitió captar los rasgos básicos de los rusos del siglo pasado y, al introducirlos en su literatura, escribir una larga historia que ayuda a conocer los orígenes de la Rusia actual”.

Una perspectiva que en las páginas de Punin y Baburin le permitió exponer el interés del estamento al que, en razón de su cuna, pertenecía, por el extranjero y su desprecio por lo ruso (“Ay, nobles, nobles… ¡A los extranjeros queréis el doble!”); denunciar las dificultades de los trabajadores “para conseguir el pan de cada día”; y asistir, finalmente, a la alegría del campesinado por la reforma de Alejandro II: “¡Hurra, hurra! Dios salve al zar”, exclamará Baburin al conocer la noticia. “Es el primer paso, tras él tendrán que venir otros”.

Coetáneo de Tolstoi y Dostoievski, Turguénev completó su formación en Berlín (donde conoció la filosofía de Hegel) y, tras ejercer como funcionario público en Rusia hasta 1843, vivió la mayor parte de su vida entre Alemania, Italia y Francia, donde finalmente se instaló (en Bougival, en las inmediaciones de París). Allí escribió la mayor parte de sus obras y solo regresó a su país natal en contadas ocasiones, alternando durante décadas, hasta su fallecimiento en 1883, sus dos grandes pasiones: su amor por la cantante de ópera hispano-francesa Pauline Viardot-García, con quien mantuvo un largo idilio, y la escritura. Entre sus obras más conocidas se encuentran Relatos de un cazador (en la que denunció la situación de losmujiks, campesinos rusos sin propiedades); Nido de nobles y Padres e hijos, considerado por muchos críticos su mejor trabajo y donde retrata el  choque de dos generaciones.

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