La buena suerte, de Rosa Montero

29 de septiembre de 2021. Estandarte.com

Esta novela está atravesada por su título, por la buena suerte. La que atrae su personaje más entrañable, Raluca, y la que de forma especial –por el discurrir de la trama– necesita el protagonista, Pablo. En su huida hacia delante, Pablo Hernando sigue perseguido por su pasado, el que representan los fantasmas que pueblan su cabeza y el que se empeña en no quedarse en ese ayer y decide seguir condicionando su vida, persiguiéndole y evitando que vuelva a empezar.

¿Lo que quiere es volver a empezar? No está claro. Ni siquiera él lo sabe. Cuando se baja antes de tiempo de ese tren que le llevaba de Madrid a Málaga, se baja de su vida. No es una decisión meditada. Sentado en el vagón, levanta un momento la cabeza del ordenador y ve un cartel de se vende en un piso a la orilla de las vías; se apea en la siguiente parada, coge un autobús y regresa a ese pueblo deprimente para hacerse con el piso. No lo visita antes de cerrar el trato de compraventa con el propietario. No tiene ningún plan, lo que tiene es una necesidad. Pero desaparecer no es tan fácil, entre otras cosas porque lo que hay en la cabeza le acompaña a uno.

Rosa Montero, Premio Nacional de las Letras Españolas 2017, muestra en esta historia una vez más su habilidad para desentrañar emociones, para dibujar con palabras los sentimientos y circunstancias que conforman a los personajes, para calar en su existencia. La periodista y escritora ha querido hablar en esta novela publicada con Alfaguara (Penguin Ramdom House) sobre el Bien y el Mal. El Mal tiene forma de envidia, rencores, venganzas, violencia… Las miserias humanas son las que tejen una trama que se va descubriendo poco a poco y que con esa forma lenta de desvelar el misterio dibuja la tensión que vive Pablo.

Es Raluca fundamentalmente quien ilumina la historia, quien inclina la balanza hacia el Bien. Es un personaje lleno de vida. Pablo tiene suerte de toparse con ella. Raluca es quien hace sonreír con esa forma tan especial de darse y relacionarse con los demás, con esos monólogos interiores en los que se anima y reprende.

No es el único personaje que se desnuda a través de esos monólogos; el lector descubre toda la podredumbre que rodea a Benito –el antiguo propietario del piso de Pablo– cuando le oye pensar. Estos monólogos irrumpen cada tanto en la novela y construyen los personajes de esta historia ágil y entretenida que bucea en las debilidades y potencialidades del ser humano a través del misterio, la intriga, la violencia, el amor, la amistad, la generosidad, las obsesiones. El narrador se comporta como un testigo aventajado, que se cuela en las casas, los coches, los desórdenes y las cabezas de los protagonistas, los mima o desprecia y desliza jugosas reflexiones, de esas que calan. ¿Por ejemplo? «[…] la belleza ayuda a curar el dolor del mundo».