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Entrevista con Xavier Güell

'Si no puedes, yo respiraré por ti', de la tetralogía 'Cuarteto de la guerra'.

18 de septiembre de 2022. Estandarte.com

Qué: Si no puedes, yo respiraré por ti Autor: Xavier Güell Editorial: Galaxia Gutenberg Año: 2021 Páginas: 240 Precio: 18 €

Si no puedes, yo respiraré por ti. De Xavier GüellSi no puedes, yo respiraré por ti es un libro emocionante que acompaña al compositor, pianista e investigador musical Béla Bartók en sus últimos cinco años de vida. Impregnada de música, la historia cuenta su exilio en Estados Unidos y tiene como telón de fondo la Segunda Guerra Mundial y el dolor por Europa. Habla sobre el amor, la creación, el desarraigo, la esperanza, el miedo, el valor o la muerte. Profunda, sugerente e interesante, esta obra aviva reflexiones filosóficas y experiencias musicales. 

De la mano de su autor, el escritor, director de orquesta y promotor musical Xavier Güell, nos adentramos desde Estandarte a través de una conversación telefónica en Si no puedes, yo respiraré por ti, que inaugura un ambicioso proyecto, la tetralogía Cuarteto de la guerra (Galaxia Gutenberg).

Pregunta: ¿Cuál es la intención de este libro y de los tres que le siguen en esta tetralogía?

Respuesta: El objeto de la tetralogía Cuarteto de la guerra es llegar a las personas, conmoverlas, emocionarlas a través de historias muy potentes de hombres y mujeres que se enfrentaron al sufrimiento terrible que produjo la Segunda Guerra Mundial.

Cuando Bartók se exilia en los Estados Unidos al final de 1940, deja una situación privilegiada en Europa y en su país, Hungría, donde es considerado uno de los mayores compositores de su tiempo. Lo abandona todo: estabilidad familiar, profesional, emocional. Arriesga su vida con el único objeto de dejar constancia de su total rechazo a las dictaduras de Horthy, el regente en su país, y de Hitler y Mussolini. Y emprende un viaje a lo desconocido con su segunda mujer, Ditta Pásztory, alumna suya y mucho más joven que él.

En Estados Unidos verá cómo su vida se desmorona. El público norteamericano rechaza su música. No la entiende, la encuentra demasiado violenta, con ritmos en exceso agresivos y, sobre todo, contaminada por los folklores de unos países que ni siquiera sabe ubicar en el mapa.

Ese progresivo desarraigo, ese progresivo encontrarte solo en una sociedad que desconoces y que te rechaza, hace que su voz, su propia melodía, se apague. En los cuatro primeros años de exilio, no será capaz de componer una sola nota. Y se hunde. A pesar de todas las dificultades, a pesar de lo mal que se encuentra, a pesar de no saber nada de sus hijos, lo que más le duele es comprobar que su inspiración le ha abandonado.

Y solo será en el último año de su estancia en América, pocos meses antes de morir, cuando pueda componer cuatro obras extraordinarias: el Concierto para orquesta que, esta vez sí, será recibido con gran entusiasmo por el público, la Sonata para violín, que le encargará el joven violinista Yehudi Menuhin, el Concierto para viola, que no acabará, y el Tercer Concierto para piano que tampoco acabará y que dedicará a su mujer, con objeto de relanzar su carrera de pianista cuando él muera.

P. ¿Pudo Ditta relanzar su carrera?

R. Tras la muerte de su marido, Ditta queda destrozada. Regresa a Hungría y tiene una vida llena de dificultades dentro del régimen comunista húngaro posterior a la guerra. Puede relanzar su carrera, pero solo a medias.

P. ¿Cómo ha sido la labor de documentación para escribir este libro?

R. Yo no soy un historiador; ni lo soy, ni pretendo serlo. Lo que hago es escribir sobre personas que amo; estudio a fondo su proceso vital y creativo, saco mis propias conclusiones y al final escribo sobre ellas. Esto me permite hacer lo que de verdad me interesa en la literatura: escribir sobre sentimientos, sobre la angustia del proceso de la creación, sobre el amor, la valentía, el coraje de afrontar la muerte con dignidad, también sobre el dolor, la alegría, la cobardía, la violencia, la sexualidad, los afectos, las pasiones. Eso es lo que he hecho con mis tres novelas anteriores y lo que estoy haciendo con Cuarteto de la guerra, el mayor proyecto literario que he emprendido hasta ahora.

P. ¿Cómo maneja los límites entre realidad y ficción?

R. Todos los hechos son reales, todas las vidas tuvieron un destino muy similar, sino idéntico, al real. La cronología se respeta al máximo. Sin embargo, el mundo interior de los personajes es producto de mi propia imaginación. Con lo cual, estos, al final, no dejan de ser creaciones mías porque ese mundo interior es sustancial.

P. Un buen ejemplo de ese intersticio entre lo real y lo imaginado sería ese impactante cierre.

R. Sobre la base real de que Bartók quería acabar a toda costa el concierto dedicado a su mujer, y aprovechar hasta el último minuto, hasta el último segundo de su vida, las páginas del último viaje, también son creación mía. Bartók, sedado, ve la muerte, está en la frontera entre vivir y dejar de vivir, percibe olores, colores, sensaciones... Me meto en el personaje, en su tránsito, en los segundos previos a la muerte donde todavía está semiconsciente y percibe cosas. Eso, tenía que escribirlo sin puntuación, sin un hilo conductor, de tal manera que todo se mezclara.

P. ¿Cómo influye la experiencia como director y promotor musical en la forma de acercarse a la literatura?

R. Yo intento hacer música con las palabras. Primero dirigí orquestas en medio mundo, después me dediqué sobre todo a la producción de ópera y de conciertos, y hace relativamente poco inicié esta aventura, que es la literatura.

Pero dentro de la literatura quiero tener un nicho particular, una voz propia. Que la estructura de mis libros sea musical y siga pautas musicales. Yo escribo primero a mano. Luego, leo lo que he escrito y lo varío según el efecto sonoro que me produce. Para mí es muy importante que la palabra suene, acercar dos mundos, la literatura a la música y la música a la literatura, en un viaje de ida y vuelta. De hecho, grandes escritores como James Joyce y Marcel Proust, fueron extraordinariamente musicales a la hora de estructurar sus obras.

P. El libro está impregnado de música. Refleja la pasión por ella, incluso la contagia a los no entendidos.

R. Mi deseo es llegar a un gran número de lectores. Mis libros hablan de música, de sentimientos, del valor, del miedo, del amor y, sobre todo, de la muerte. 

P. ¿Puede adelantar alguna pincelada sobre las otras tres obras que componen la tetralogía?

R. La siguiente, Nadie logrará conocerse [está previsto que salga a la venta en octubre de 2021] narra el conflicto de Richard Strauss con Hitler y el nazismo. Cuando en 1933 irrumpe el Tercer Reich en Alemania, Strauss tiene 70 años y es considerado el compositor más importante de Europa. Strauss se resiste a trabajar bajo el yugo nazi; sin embargo, no quiere abandonar Alemania y sabe que tiene un talón de Aquiles: su nuera es judía, y por tanto, sus dos nietos, Richard y Christian, a los que adora, medio judíos. Por otra parte, el libretista que tiene en ese momento, con el que está preparando la ópera La mujer silenciosa, que tiene que estrenarse en el Teatro de la Ópera de Dresde, es Stefan Zweig, otro judío. Para Hitler, que amaba desde adolescente su música, que Strauss permaneciera en Alemania era fundamental; para los nazis que abandonase el país hubiera sido una bofetada terrible.

Hitler hace un pacto con Strauss. Le dice: respetaré a tu familia, respetaré tu trabajo e incluso voy a hacer una excepción para que Stefan Zweig pueda seguir colaborando contigo, pero tú no abandonarás Alemania, y aceptarás la presidencia de la Cámara de Música del Reich. Llegan a ese acuerdo y… No quiero desvelar el final.

En el tercer libro, Stalin se levantó y se fue, Josef Stalin asiste a una representación de la ópera de Shostakóvich, Lady Macbeth en el distrito de Mtsensk, en el Bolshói de Moscú. Al dictadorle disgusta la obra, abandona el teatro antes de que acabe y tres días después sale un editorial en Pravda, el órgano oficial del partido, amenazando directamente a Shostakóvich. Es un artículo sin firmar, pero que está inspirado, sino dictado, por el propio Stalin, donde se le advierte: o su música deja de ser disonante, formalista, ininteligible para un público mayoritario, o será considerado un enemigo del pueblo soviético y deberá atenerse a las consecuencias. Eso significaba, ni más ni menos, que te fusilaran o que te mandaran a un campo de concentración, y no solo a ti sino a todo tu entorno familiar, amigos y colaboradores incluidos.

Shostakóvich tiene entonces que reinventarse y componer una música que aparentemente siga las premisas del nuevo Estado socialista, pero que en el fondo conserve intacta su personalidad. Y este desdoblamiento hace de él una especie de doctor Jekyll y Mr Hyde. Sobre el travestismo de Shostakóvich, trata el tercer libro.

El cuarto, Romperé los cerrojos con el viento, cuenta el exilio forzado de Arnold Schoenberg a América en 1933, por su condición de judío. Pasa ocho meses en Barcelona en casa de su discípulo Roberto Gerhard. Ahí nacerá la primera hija de su segundo matrimonio, a la que llamará Nuria, en homenaje a Cataluña. Ahí concluirá el segundo acto de su gran ópera Moisés y Aarón, para después emprender el exilio definitivo a los Estados Unidos, que durará hasta su muerte en 1951. Pero la extraordinaria fuerza creativa que tenía antes del éxodo, se debilita al encontrarse en una tierra que no es suya, con unas raíces que no son suyas. Siente el dolor del exilado y eso afecta de manera directa a su música. 

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