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Artículo 353 del código penal, de Tanguy Viel

Una novela negra y social de Tanguy Viel que convierte al lector en juez.

17 de marzo de 2018. Estandarte.com

Qué: Artículo 353 del código penal Autor: Tanguy Viel Editorial: Ediciones Destino Año: 2018 Páginas: 176 Colección: Áncora & Delfín Traducción: Adolfo García Ortega Precio: 16 €

Artículo 353 del código penal, de Tanguy VielEl francés Tanguy Viel (Brest, 1973) acaba de publicar en España, con Destino su novela Artículo 353 del código penal. Es un título extraño, recio, preciso hasta causar asombro… y curiosidad. Ahí está el truco. Porque ¿qué pasa con el artículo 353 del código penal francés? En ese artículo, se apela a la conciencia, a la íntima conciencia del juez o del jurado para dictar sentencia. Y además el texto del artículo tiene una redacción sorprendente y hermosa, el no va más para un código penal. Dice: “la ley no exige que cada uno de los jueces y jurados (…) considere los medios por los que se han convencido a sí mismos, no les impone reglas de las que deben hacer que la plenitud y la suficiencia de una prueba sean particularmente dependientes, requiere que se interroguen a sí mismos en silencio y meditación y que busquen, con la sinceridad de su conciencia, qué impresión haya producido, en su razón, las pruebas presentadas contra el acusado y los medios de su defensa. La ley solo les da esta pregunta que alberga el total de su deberes: ¿Tiene una convicción íntima?”.

“Ya conocía el concepto de ‘convicción íntima’, que es una bella expresión de por sí. Y me interesé en un momento dado por esta posibilidad que tienen los jueces para resolver. La teclée en Google porque pensé que sería el título de este libro y me encontré el artículo que la explica en detalle. Me parece maravillosa la manera en que está formulada. Desde el principio del libro sabía que objetivo era ir hacia ella”, explica Tanguy Viel en entrevista con Paris Match.

El planteamiento de Artículo 353 del código penal es claro. A finales del pasado siglo, en una región francesa en pleno declive económico aparece un empresario, una especia de salvador, que va a reactivar la zona: “Porque él tenía muchos proyectos. Ya se hace usted cargo de qué clase de tipo era, le dije al juez, un tipo con proyectos”. Nos hacemos cargo, como el juez. El que habla es el protagonista, Martial Kermeur, arrestado por la policía por haber lanzado al mar al promotor inmobiliario Antoine Lazenec. Su relato constituye la trama del libro que no necesita más para ser novela negra, policiaca, tratado filosófico, literatura social o crónica de un tiempo, entre otras etiquetas que le podrían ir bien. Martial relata al juez los motivos que le han llevado a esa situación: un divorcio, la custodia de su hijo Erwan, su jubilación y, sobre todo, los corruptos proyectos de Lazenec, quien ha estafado y dejado a Kermeur sin los ahorros de toda una vida. En las primeras páginas, el acusado resume con aplomo: “Es la vulgar historia de una estafa, señor juez, nada más”. Y reflexiona a continuación: “Y por primera vez fui consciente de todo el asunto de golpe, como si, al decirlo, lo hubiera fotografiado desde la luna y mirase las grandes superficies azules tomadas del planeta. La vulgar historia de una estafa, repetí bajando los ojos a la altura del escritorio, sobre el cual apoyé una mano abierta, medio tapada por las decenas de dosieres apilados encima del tafilete que lo protegía, en muchos de los cuales ya ponía «asunto Lazenec».

Y a partir de ahí promesas incumplidas, dramas personales, riquezas indebidas presentadas en unos términos que hacen recordar otras que hemos leído o contado, reflexiones que hemos hecho e impulsos sentidos. “Quizá la historia pulsa una suerte de exasperación ante el enriquecimiento completamente desvergonzado de los poderosos. Creo que todos regularmente sentimos pequeñas punzadas de odio cuando oímos que alguien, uno más, se va de rositas. Y tenemos ganar de arrojar a alguno al agua. Me pregunto si mi libro no habrá cumplido una especie de fantasía colectiva”, continúa Viel en la misma entrevista.

El caso es que el lector acompaña el relato del protagonista hasta el momento final en el que cambia de lado, se pone la toga y se mete a juez. Es la hora de la verdad y el lector debe decidir con él si Kermeur es culpable, tan culpable como parece, o si en medio del silencio y la meditación que cita la ley en su artículo 353, tiene una íntima convicción de que es inocente o, al menos, no es tan culpable.

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