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Verde agua, de Marisa Madieri

Un relato-diario conmovedor, lleno de recuerdos, vida, tristeza y esperanza.

24 de enero de 2021. Estandarte.com

Qué: Verde agua Autora: Marisa Madieri Editorial: Minúscula Editorial Año: 1987; primera edición en la colección Tour de force, 2014 Páginas: 192 Posfacio: Claudio Magris Traducción: Valeria Bergalli Precio: 16,50 €

Verde Agua de Marisa MadieriA lo largo de las páginas de Verde agua, el color del amor para Marisa Madieri (Fiume, 1938-Trieste, 1996), la escritora va narrando una vida difícil, de desarraigo y abandono, de encuentros y desencuentros familiares, de sacrificio, de ternura, de superación, de serenidad y también de alegría. Es la historia de un éxodo motivado por aquellos cambios geográficos diseñados al final de la Segunda Guerra Mundial, que obligó a numerosas familias italianas a salir de Fiume (hoy Rijeka) cuando, en el año 1947, la ciudad –su tierra, su infancia– dejó de pertenecer a Italia y pasó a Croacia, dentro de la antigua Yugoslavia. Marisa tenía 9 años.

En este diario, que dura de 1981 a 1984, hay toda una vida, pero no se ve ni resentimiento ni rencor pese a las penalidades sufridas en el refugio de los Silos. En él se suceden en continuo vaivén momentos de ayer y momentos de hoy, en todos ellos emociona la claridad de sus palabras, la ternura con la que retrata a su madre: “Pienso en mi madre cada vez con más frecuencia e intensidad, las raíces de mi fuerza y de mi capacidad de no rendirme frente a las dificultades se hunden en su amor. (…) Su amor total y definitivo por mi hermana y por mí es lo más puro y lo más incorruptible que la vida me ha dado”.

Habla de sus abuelas a las que llama por el apellido. La abuela Madieri, su luminosa casa, un paraíso; su silencio, su cariño, su pelo blanco, suave, con un aroma que continúa en su memoria; y la abuela Quarantotto, recia, dominante, tenaz, inolvidable protagonista de una asombrosa historia de superación y de una inexorable decrepitud; y la que llama abuela Anka (lo fue para sus hijos) con su entrega y sus numerosos matrimonios. Y está su hermana, Lucina, compañera de penas y alegrías; sus tíos Alberto y Ada, con los que vivió en el Lido de Venecia y su padre, optimista, fantasioso y con más ausencias que presencias. “Hijos míos –cuenta que decía– hoy estoy aquí, y mañana no estaré. Aprovechad a papá mientras dura”.

El tiempo presente, sereno, activo, nostálgico se mueve alrededor de su marido, el escritor Claudio Magris (Trieste, 1939), de sus hijos, Francesco y Paolo, de la vida cotidiana, el compromiso humanitario, la escritura, las clases, los paisajes, el mar…

En Verde agua, sentimos como propia la incomodidad que le produce llevar siempre la misma ropa a clase, conciliar la vida del refugio con la del exterior, estudiar en aquellas malísimas condiciones y podemos también conocer –contado, además, en primera persona– los sentimientos y sensaciones –hoy tan actuales– que viven los refugiados. Así, aunque  la entrada de las tropas italianas en Trieste es un motivo de felicidad para todos ellos (lo contrario habría quitado sentido a su odisea), Madieri no percibe cambios significativos en su situación “Pero en Silos las cosas no cambiaron. La vida del poblado prosiguió durante bastantes años al ritmo de la desolación. Los refugiados continuaron siendo mirados con sospecha, considerados con frecuencia incómodos y extraños competidores para acceder a los poco puestos de trabajo que ofrecía la ciudad. (…) En la comunidad se sucedían bodas, nacimientos y funerales, puesto que la vida y la muerte eran más fuertes que las adversidades…”.

Es este un libro maravilloso, para leer y volver a leer, con una narrativa cautivadora, precisa, poética, cercana, hermosa que llena el alma de esperanza, que enseña la vida de las pequeñas cosas y que invita buscar en nuestros recuerdos los momentos del pasado.

El libro contiene muchas cosas: feminismo, coraje, sacrificio, historia, personajes, picaresca, sucesos alegres, cómicos, dramáticos…, pero como escribe Magris en el posfacio de la edición de minúscula: “El protagonista de Verde agua es el fluir del tiempo, atendido y transformado en relato; el pasado es integrado en el presente, rescatado del olvido por la eternidad de los instantes en los que se manifiesta, pero también transformando, en una superposición cronológica que coincide con el movimiento de la escritura adelante y atrás, en el que el libro se hace solo, en una especie de concreción cristalina”.

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