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Escritores víctimas del totalitarismo soviético

La palabra arrestada, de Vitali Shentalinski.

28 de junio de 2020. Estandarte.com

Qué: La palabra arrestada. Isaak Bábel, Ósip Mandelstam, Mijaíl Bulgákov, Marina Tsvietáieva, Andréi Platónov, Anna Ajmátova, Maksim Gorki, Borís Pasternak. Autor: Vitali Shentalinski Editorial: Galaxia Gutenberg Año: 2018 Páginas: 560 Edición: Jorge Ferrer Traducción: Ricard Altés Molina, Jorge Ferrer y Marta Rebón Precio: 26,90 €

La palabra arrestada, sobre los escritores rusos represaliadosComo afirma Vitali Shentalinski en el prólogo a La palabra arrestada, en Rusia la palabra siempre ha cotizado al alza, “la palabra y la literatura han ocupado siempre un lugar prominente en la vida de los rusos. En Rusia, la literatura ha sido siempre más que un mero arte y ha hecho las veces de un parlamento del que la sociedad se ha servido para compensar la carencia de un parlamento político. La literatura ha sido pues la voz de la conciencia y de la verdad”. Por esos mismos motivos, en tiempos del totalitarismo soviético, la literatura y el compromiso con la libertad que esta exige constituyeron un argumento suficiente para que quienes se entregaron a ella fueran perseguidos, represaliados y asesinados.

Como se lee en la contraportada de este libro publicado por Galaxia Gutenberg: “Nunca en la historia de la humanidad un régimen político se ensañó tanto con la inteligencia y la creación artística como el totalitarismo soviético. Fueron miles los escritores, artistas, científicos, investigadores, profesores universitarios represaliados por el régimen, silenciados o asesinados. Y millones, las personas castigadas sin crimen”. La palabra arrestada se centra en ocho de los mejores escritores rusos del siglo XX, víctimas del estalinismo. Su autor, Vitali Shentalinski, fue uno de los pocos investigadores que tuvo acceso a los archivos hasta entonces secretos de la KGB y la Oficina de la Fiscalía de la URSS, durante los años en que permanecieron abiertos a la consulta pública. Hoy vuelven a estar inaccesibles por decisión gubernamental.

Periodista, escritor y poeta, Shentalinski decidió al comenzar el año 1988, en el gran momento de cambio e incertidumbre que era la Perestroika, que lo más importante –y lo más urgente– era tomar conciencia. Parecía haber acuerdo en que “no podíamos continuar viviendo así (…). Lo que no sabía nadie era cómo había que vivir”. Pero Shentalinski tenía una idea, sabía por donde empezar: había que recuperar la dignidad y la memoria “porque tanto nuestro pasado como nuestra historia nos habían sido incautados, primero, para sernos devueltos horrorosamente deformados, después, en un proceso que afectó también a la literatura. En la guerra que el poder entabló con su propio pueblo la profesión de escritor fue de las más afectadas”. Quizá por ello, y porque era su terreno, se dirigió al gremio mediante una carta en la que pedía la formación de una Comisión especial, primero para esclarecer las circunstancias, cifras y fechas en las que unos 2.000 escritores fueron detenidos y  cerca de 1.500 murieron  en cárceles o campos de trabajo mientras esperaban que los pusieran en libertad. Y segundo, para intentar hallar y rescatar los manuscritos y archivos que les eran incautados para ser llevados a depósitos secretos. “Comprobemos de una vez por todas si es verdad que los manuscritos no arden”, decía Shentalinski en esa carta.

Pasado un año, gracias a una opinión pública nacional e internacional que les dio su apoyo, las presiones a la Organización de Escritores y a los gerifaltes del partido dieron sus frutos: en diciembre de 1988 se anunciaba la creación de la Comisión para el estudio del legado literario de los escritores represaliados. Shentalinski consiguió abrir los archivos literarios del KGB y rescatar valiosos manuscritos y documentos relacionados con los autores valiosísimos que fueron Bábel, Mandelstam, Bulgákov, Tsvietáieva, Platónov, Ajmátova, Gorki o Pasternak. Documentos policiales, interrogatorios y cartas daban cuenta en paralelo de los intentos de destrucción que sobre ellos mismos y sus legados perpetraron diversas instancias del régimen totalitario. Los logros de las investigaciones se publicaron en forma de trilogía que La palabra arrestada reordena y amplía, convirtiéndose en un documento histórico imprescindible para comprender lo que ocurrió y preservar el legado literario y el sufrimiento personal de grandes escritores rusos.

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