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Alan Braddock: un policial para melancólicos

Un policial folletinesco lleno de chicas fatales, mafiosos implacables y matones amorales.

20 de abril de 2025. Iván de la Torre

Qué: Alan Braddock Autores: Ray Collins Albiac (guion) y Gerardo Canelo (dibujo) Editorial: Editorial Columba Año: 1996 Páginas: 100 Precio: 1500 pesos

Ray Collins creó, aprovechando los expresivos y detallados dibujos de Gerardo Canelo, uno de sus mejores títulos con este policial, donde Alan Drapper, un fracasado actor de teatro, ex-teniente del general George S. Patton durante la Segunda Guerra Mundial, toma el lugar de Alan Braddock, famoso agente del FBI asesinado en la calle de once balazos («Calvert se pregunta si tiene derecho a enviar a un hombre a la muerte por el solo hecho de parecerse a Braddock como una gota de agua a otra gota de agua. Alan Drapper había sido capitán de Patton. En el célebre puente de Remagen cubrió con su brigada uno de los extremos de la ruta. Sabía manejar cualquier tipo de armas... en la guerra. Drapper no tiene familia, hogar, ni nada. Fue un buen soldado, pero nadie llorará, si cae. ¿Qué siente un hombre que calza los zapatos de otro hombre, usa sus armas, viste sus trajes y visita a su prometida...?»).

La serie incluye la clásica atracción entre opuestos, en este caso, entre el falso Braddock y su prometida, la fría teniente Velia, («Alan Drapper, en su papel de Braddock, asintió gravemente. Ella tiene ritmo, ella tiene se aroma a gardenias, mustio y vibrante. Ella es primavera y tal vez hielo, porque ha muerto el hombre que tanto ha amado... Ella lo mira con desprecio, tal vez, porque usurpa el lugar que no debería ocupar... los separaba un mundo, todavía»).

Alan Braddock, de Ray Collins AlbiacDesde el comienzo, Collins construye deliberadamente un policial folletinesco, con toda la acción característica de este género, lleno de chicas fatales, mafiosos implacables y matones amorales, pero dotándolo de verdadero dramatismo, belleza y tragedia, con frases dignas de sus admirados Raymond Chandler y Dashiell Hammett:

«No había pájaros ni sol en aquel sitio. Ni amor. Ni esperanzas. Sólo el eco de una antigua, pavorosa soledad».

«Tiene voz de barítono y manos de pianista... Obviamente, maneja los naipes y un primoroso cuchillo sueco».

Alan Braddock, de Ray Collins AlbiacEsta novela gráfica le permite a Collins enriquecer sus clásicos policiales con guiños permanentes hacia el lector, revitalizando escenas usadas mil veces en las obras del género gracias a su particular poesía, descarnada y dura, incluyendo (otro clásico) al veterano sarcástico que recibe, de repente, la visita de una rubia despampanante perseguida por asesinos: «Cuando Archie Riddell compró aquella granja en las afueras de Nueva York era un veterano de la guerra, estaba solo y olvidó su pasado como se olvidan esas pesadillas que agobian a un hombre. Una noche, mientras se hacía su plato de judías con tocino, alguien llamó a su puerta. Al abrir, una muchacha envuelta en un impermeable cayó adentro... era una de las mujeres más hermosas que el veterano había visto en su vida... Archie era otro desde que llegara ella. El veterano estaba solo y ella estaba desamparada. ¿Hay alguna mezcla peor que ésta para un hombre?».

Alan Braddok, el cómic de Ray Collins AlbiacPor supuesto, como en toda novela negra, nada es lo que parece, y uno de los grandes ejes de la historia (desde que el falso Braddock toma el lugar del verdadero) es precisamente la traición: «Usted raptó a su propio hijo, vía Vince Moran, para no declarar, Keist».

En Alan Braddock todo es precario y la realidad siempre parece burlarse de los hombres, sus expectativas, esperanzas y sueños: así, una mujer deja a un oficial de policía porque no soporta la idea que un día mate a alguien y, sin saberlo, se pone de novia con un asesino real («Colleano sonrió invicto y seguro. Ella jamás sabría de dónde venía aquel dinero para visones y lujos»).

Alan Braddock, historieta de Ray Collins AlbiacCon Alan Braddock, Ray escribió un policial diferente, gracias a su particular estilo poético, que le permitió describir un personaje, una escena, una situación, en unas pocas palabras, tan precisas como memorables, dignas de figurar en una película de John Huston protagonizada por Humphrey Bogart:

«Gayle Lamarr: Demion me secuestró cuando mató a Bedford... ¡Fueron días terribles encerrada en un sótano!

Braddock: Mire el sol, ahora. Le pertenece por entero».

«Ella (Velia) ponía todos los días una flor junto a su fotografía. Ella amanecía recordando al hombre que jamás volvería. Luego, con el café amargo, leía los diarios donde el nombre de 'Braddock' seguía ocupando la columna policial y a veces la primera plana. Ella (Velia) baja la cabeza. Teme que un día este hombre se parezca demasiado al verdadero Braddock y entonces...».

«Bradock soltó a Velia y se alejó. Le hacía mal verla. Era como si tuviera una vida, sin posibilidad de vivirla».

«El sol es una caricia, en la vieja playa desolada de White Sands. Una mujer espera el milagro de ver llegar a un hombre...

Velia: (¡Si al menos viniera alguna vez...!)

Señora Callaghan: La ama, ¿verdad?

Braddock: Señora Callaghan... No le dirá que estuve aquí, ¿verdad?».

«Ella se sentó y el cabello le cayó sobre la cara. Su voz se quebró como una armonía imposible: October Sears se enamoró de mí y mató al que creía era mi novio sin saber que era mi hermano que quería llevarme de nuevo a Wyoming, donde nacimos...».

Años después, Collins explicó las razones de que un policial tan melancólico tuviera tanto éxito entre el público mientras obras más tradicionales y apegadas a los clichés del género, como El condenado, de Guillermo Saccomano, fueron completamente olvidadas: “Historieta es emoción y a veces, reflexión. Nada será original, sino el modo sincero de acercarse al otro y contarle lo que los juglares contaban en torno al fuego para recibir, en pago, un plato de comida. No se habla de mensaje, sino de intercambio de sentires, lo que excluye otras cuestiones: el sentido de justicia que tiene el lector le pertenece, como su mirada sobre la violencia o la degradación. La emoción o aquiescencia por una historia también pertenece al lector y no se consigue simplemente por el oficio de contar. Uno de los factores de crisis de la historieta es la estafa al lector, tanto en lo honrado y creíble de la historia, como en el deseo de dejarlo fuera, buscando una inútil trascendencia momentánea de sus autores. El lector nunca olvida la historieta que lo emocionó de alguna manera”.

 

Comentarios en estandarte- 1

1 | Luz María Mikanos 09-07-2024 - 01:25:11 h
Un relato imperdible de una historieta de particularidades extrañamente duras pero poéticas, con detalles para releer.