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El Cantar del mio Cid

La gesta de Rodrigo Díaz de Vivar en el bello pórtico de la literatura medieval.

24 de marzo de 2024. Estandarte.com

Qué: El Cantar del mio Cid

Del Cantar de mio Cid se ha dicho que es el bello pórtico de la literatura medieval española. Reconocida como la primera gran obra escrita en lengua castellana, es un cantar de gesta anónimo que narra las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el Cid Campeador, caballero burgalés que vivió en la segunda mitad del siglo XI en el que reconocemos el arquetipo del héroe en la epopeya.

La obra se inspira en los últimos años de su vida, desde su destierro en 1081 por mandato del rey Alfonso VI hasta su muerte en 1099, pero lo hace libremente: mezcla episodios verídicos con otros sin fundamento histórico.

El autor probablemente conoció al personaje a través de narraciones orales y de la Historia Roderici, una crónica biográfica en latín de Rodrigo Díaz de Vivar del siglo XII. El Cantar data de finales del siglo XII o primeros años del siglo XIII.

En 1207 Per Abat (o Pedro Abad) realizó una copia del Cantar, que a su vez fue copiada ya el siglo XIV, dando lugar al códice que hoy conserva la Biblioteca Nacional de España. El manuscrito, calificado por Menéndez Pidal como “acta natalicia de la literatura española”, se conserva casi completo: solo le falta la primera hoja y otras dos en su interior, pero estas lagunas pueden reconstruirse a partir de los testimonios de otras copias en prosa.

Compuesto de 74 hojas de pergamino grueso que miden 198 × 150 mm, el códice se encuentra en un delicado estado de conservación en la Biblioteca Nacional desde que en 1960 se lo donara la Fundación Juan March.

Entonces, Ramón Menéndez Pidal –que asistió al acto de firma de la escritura– subrayó la importancia del códice: “Su valor como primer monumento de nuestra literatura en el que se funden como en ningún otro el valor nacional y el lingüístico”.

Por cierto, este filólogo e historiador aplicó sobre el texto del Cantar del mio Cid, por primera vez en España, el método histórico-comparativo que había hecho de la filología una disciplina puntera en Europa.

Con sus más de 3.700 versos irregulares, el manuscrito está formado por tres cantares conocidos como: Cantar del destierro, Cantar de las bodas y Cantar de la afrenta de Corpes, en los que se afronta el tema de la honra, ya sea esta pública y política o privada.

El Cantar relata espectaculares batallas, describe sentimientos de fidelidad y compañerismo y presenta a un héroe, el Cid, que poco se parece a los de la producción épica pues es, dentro de los parámetros de la época, moderado, razonable y cercano.

La historia comienza con el exilio del guerrero y sus hazañas frente a los moros. El segundo cantar relata el desdichado matrimonio de las hijas del Cid con los infantes de Carrión y describe la batalla de Jérica y la conquista de Valencia. El último es el de la ofensa sufrida por las hijas del Cid y la vindicación del burgalés contra los infantes de Carrión.

Como indica el catedrático de Literatura Española en la Universidad de Zaragoza, Alberto Montaner Frutos, “la recuperación del honor cidiano se logra por medios casi inéditos en la poesía épica, lo que hace del Cantar no solo uno de los cuatro mayores representantes de la misma, sino también uno de los más originales”.

Cuando es desterrado por culpa de las calumnias que vierten sobre él sus enemigos en la corte, el Cid no adopta las soluciones extremas del repertorio épico ni se rebela contra el monarca y sus consejeros, sino que acata la orden real y sale a territorio andalusí para ganarse allí el pan con el botín arrancado al enemigo.

En cuanto a la afrenta de Corpes, no opta por la sangrienta venganza personal propia de la tradición épica, sino que recurre a un procedimiento legal. “Se oponen de este modo –como explica Montaner– los usos del viejo derecho feudal, la venganza privada que practican los de Carrión, con las novedades del nuevo derecho que surge a finales del siglo XII y a cuyas prácticas responde el uso del reto como forma de reparar la afrenta. Con ello se establece una neta diferencia entre los dos jóvenes y consentidos infantes, que representan los valores sociales de la rancia nobleza del interior, y el Campeador y los suyos, que son miembros de la baja nobleza e incluso villanos parcialmente ennoblecidos por su actividad bélica en las zonas de frontera”.

La alta nobleza queda reflejada como anquilosada en valores del pasado, y la baja se sitúa en la vanguardia de la renovación social.

En cuanto al estilo y los aspectos formales, son los de los cantares de gesta, y se reconoce en él el influjo del Cantar de Roldán francés. Propio de estos cantares de gesta es el estilo formular: el empleo de determinados clichés o frases hechas (como las utilizadas para referirse al Cid: “el buen Vivar”, “el de la luenga barba”, “el que en buena hora nació”); la alternancia y variedad de tiempos verbales; el uso de parejas de sinónimos, de parejas inclusivas y de frases físicas que subrayan el aspecto gestual de la acción: llorar los ojos, hablar de la boca...

Un rasgo esencial del Cantar es el uso de versos anisosilábicos o de medida variable, divididos en dos hemistiquios de entre cuatro y once sílabas. Los versos se unen en series o tiras que comparten la misma rima asonante y cierta unidad temática.

Como indican Mª del Carmen Gutiérrez Aja y Timoteo Riaño Rodríguez en el estudio publicado en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: “no parece que los versos estén sometidos a un sistema rítmico regular, pero tienen una serena y agradable sonoridad”.

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