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Llegará un día en el que serás libre

La reconstrucción psicológica tras el campo de concentración.

28 de septiembre de 2020. Estandarte.com

Qué: Llegará un día en el que serás libre Autor: Viktor Frankl Editorial: Herder Año: 2019 Páginas: 256 Editor: Alexander Batthyány Traductora: María Luisa Vea Soriano Precio: 17,80 €

Llegará un día en el que serás libre, de Viktor FranklEl neurólogo y psiquiatra austriaco Viktor Frankl (Viena, 1905-1997) es el fundador de la logoterapia, que constituye la Tercera Escuela Vienesa de Psicoterapia, y se apoya en la libertad, la voluntad y la búsqueda del sentido o el significado de la vida. Su idea fundamental es “que ni siquiera la peor de las desgracias es suficientemente poderosa para poner en duda el sentido potencial de la existencia y la dignidad incondicional de todo individuo”, según la describe Alexander Batthyány, profesor de Filosofía y Psicología; titular de la cátedra Viktor Frankl en Liechtenstein; director tanto de la sección Logoterapia en el Universitario de Psicoanálisis de Moscú como del Viktor Frankl Institute de Viena, y primer editor responsable de las Obras Completas de Viktor Frankl. Estas palabras están tomadas de la introducción de Llegará un día en el que serás libre, editado por este experto y traducido por María Luisa Vea Soriano para Herder Editorial.

La primera vez que el psiquiatra acuñó el término logoterapia fue en 1926 –según la biografía que sobre Frankl publica la Universidad de Viena en su web– en un congreso en Alemania, pero fue en los años cincuenta cuando abordó de manera sistemática los distintos aspectos de la logoterapia y el análisis existencial. Entretanto, el psiquiatra de origen judío había sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial y a todos sus horrores. Al poco de que esta estallará pasó a dirigir el departamento neurológico del Hospital Rothschild, en el que se admitía a judíos y donde él falseó diagnósticos para evitar la muerte forzosa –por orden de los nazis– de enfermos mentales. Por entonces llevaba tiempo esperando un visado para viajar a Estados Unidos; cuando finalmente le fue concedido decidió permanecer en Austria para acompañar a sus padres. En 1942 fue arrestado, al igual que sus padres, su esposa y su hermana; desde entonces y hasta que acabó la guerra estuvo en cuatro campos de concentración. En el primero de ellos falleció su padre. En el último, él enfermó: apenas pesaba 40 kilos y tenía fiebre muy alta, para evitar el colapso cardiovascular que podía sufrir si se quedaba dormido o inconsciente, se pasaba las noches despierto reconstruyendo sobre papel robado de la oficina del campo un manuscrito que perdió al ingresar a Auschwitz.

Llegará un día en el que serás libre es una mirada hacia lo que ocurrió después de esos cuatro años: lo que se encontró y cómo se sintió tras ser liberado. En los años noventa Frankl permitió que se revisara su archivo y material personal (cartas, notas…), convencido –como afirma Alexander Batthyány– de que la etapa del regreso a casa, a la que hasta el momento apenas se había prestado atención, merecía ser preservada del olvido; y quizá también con la esperanza de que el hecho de conocerla pudiera aportar valor y confianza en sus propias vidas a aquellos a los que la lectura de El hombre en busca de sentido había aportado ya fuerza y consuelo”. El hombre en busca de sentido es la crónica sobre el holocausto que Frankl escribió en 1945 y del que este Llegará un día en el que serás libre puede considerarse un complemento y continuación.

Organizado en tres partes, el libro comienza con cartas y poemas escritos por Frankl entre 1945 y 1947; a continuación, ofrece conferencias, entrevistas y comentarios fechados entre 1946 y 1948 sobre el nazismo, el holocausto y la Segunda Guerra Mundial, y finaliza con los discursos conmemorativos datados entre 1949 y 1988.

Cuando escribió las primeras cartas Frankl no sabía que su madre y su esposa habían fallecido durante la guerra y sus palabras estaban cargadas de esperanza; cuando ya es consciente de las muertes, la soledad lo invade y es su compromiso con su trabajo intelectual lo único que parece sostenerle hasta que conoce a la que será su segunda esposa, Eleonore Schwindt y madre de su hija Gabriele. De todo ello hay un reflejo sincero y emotivo en las cartas: “No me ha quedado nada, excepto el compromiso de completar mi obra intelectual, aún y a pesar de todo, o quizá precisamente por todo lo que tengo que sufrir.” (1945)

Batthyány reconoce en las primeras cartas un tema recurrente: la obligación de realizar un “trabajo de reconstrucción psicológica” que giraría en torno a la responsabilidad individual, política y social, el sufrimiento y la culpa. Hay pasajes impresionantes y conmovedores como cuando explica la incapacidad para sentir alegría al ser liberados del campo de concentración por esa “despersonalización” sufrida o cuando en innumerables ocasiones recuerda a los que se quedaron en el camino:  “La ambición, la carrera, la buena vida, etc., se disfrutan cuando se tienen; pero si no –y ahora tengo en mente a los compañeros del campo de concentración, que fueron enterrados en secreto y de manera provisional en un pequeño bosque, tan jóvenes o más que yo, más capaces y mejores que yo– se siente una especie de vergüenza por seguir pudiendo respirar mientras esas personas magníficas, al igual que tantos amigos, se pudren en sus tumbas. Mirad, todo esto crea para siempre en nosotros una distancia secreta con toda la felicidad y todo el sufrimiento de este mundo; una distancia que, sin embargo, no paraliza, sino todo lo contrario, te hace sentir que solo si haces algo, eres digno de la bendición de la vida.”

Su actividad en los años inmediatamente posteriores a la liberación fue frenética: entre 1945 y 1949 publicó ocho libros –algunos de ellos, obras fundamentales de la logoterapia y el análisis existencial, como indica Batthyány–; impartió numerosas conferencias (este volumen recoge ejemplos interesantes), volvió a ejercer como médico y ocupó el puesto de director del departamento de Neurología del Hospital Policlínico de Viena hasta su jubilación en 1970. Además, fue profesor de Neurología y Psiquiatría en la Universidad de Viena, premiado en múltiples ocasiones, reconocido en universidades de todo el mundo, sus libros han sido traducidos a más de 40 idiomas y su terapia sigue implantándose.

En su museo en Viena se recuerda su capacidad para aunar la precisión científica con la creencia en una dimensión específicamente humana que garantiza la dignidad. Sus palabras corroboran esa fe en el ser humano: “Mientras el hombre respira, mientras sigue estando consciente, es responsable de dar una respuesta a la pregunta de la vida. Esto deja de sorprendernos en el momento en que recordamos cuál es el hecho humano fundamental: ¡ser humano no es otra cosa que ser consciente y responsable!”.

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