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La vida de Ana Frank y su diario

Una vida, un diario y un símbolo de la tragedia de los judíos.

25 de marzo de 2024. Estandarte.com

Qué: Biografía de Ana Frank

Annelies Marie Frank –Ana o Anne– nació en Fráncfort del Meno (Alemania) el 29 de junio de 1929 y murió de tifus, lo mismo que su hermana Margot, en el campo de Bergen-Belsen (Alemania) en febrero o marzo de 1945. No llegó a vivir 16 años.

Fue una víctima más de la barbarie y hubiera quedado en el anonimato si no fuera por su diario. Gracias a él pudimos conocer sus sentimientos y aspiraciones, el devenir de la guerra, las penalidades de Holanda y la tragedia de los judíos.

“Mi padre, el más bueno de todos los padres que he visto en mi vida, no se casó hasta los treinta y seis años con mi madre que tenía veinticinco. Mi hermana Margot nació en 1926 en Alemania en Fráncfort del Meno. El 12 de julio la seguí yo. Viví en Fráncfort hasta los cuatro años. Como somos judíos ‘de pura cepa’ mi padre se vino a Holanda en 1933, donde fue nombrado director de Opekta, una compañía holandesa de preparación de mermeladas. Mi madre Edith Hollander, también vino a Holanda en septiembre, Margot y yo fuimos a Aquisgrán, donde vivía mi abuela. Margot vino a Holanda en diciembre y yo en febrero cuando me pusieron en la mesa como regalo de cumpleaños para Margot”. Así, con una escritura infantil –tenía 13 años cuando empezó su diario– describe su familia y apunta, sin percibir realmente lo que iba a suponer en su destino, a su condición de judía como causante del cambio de país.

De familia acomodada, alemana, padre combatiente en la gran guerra, todo parece augurar un porvenir tranquilo. Nada más erróneo, su vida –breve y trágica– caminó en paralelo con la historia de Europa. El año de su nacimiento coincide con la crisis mundial del 29, que afecta de modo especial a Alemania y de rebote al negocio de la familia Frank.

El descontento, el paro, el resentimiento por la derrota de la guerra son el caldo de cultivo para el espectacular crecimiento del partido creado por Adolf Hitler. Su ideario –exaltación de la raza aria, demonización de judíos, liberales, socialistas, marxistas e incluso católicos– cala con fuerza. El ascenso al poder de Hitler es vertiginoso, en enero de 1933, Hindenburg lo nombra canciller de Alemania y poco después su partido gana las elecciones al Reichstag y los comicios municipales. Todo se precipita: boicot a los comercios judíos, inhabilitación para ejercicio de la medicina y abogacía, separación en las aulas, quema de libros, prohibición de todos los partidos menos el nacionalsocialismo.

La represión es imparable, tanto que la familia Frank deja Alemania para establecerse en Ámsterdam “…Cuando vi que muchos de mis compatriotas se convertían en hordas de criminales nacionalistas y antisemitas salvajes, me vi obligado a sacar mis conclusiones, y aunque sentí gran dolor, me di cuenta de que Alemania no era el mundo y abandoné el país para siempre” (Otto Frank, Web oficial de la Casa de Ana Frank).

Ana es la última en llegar. Durante seis años viven un periodo de sosiego y paz, el negocio marcha bien, las hermanas se adaptan rápido, aprenden el idioma, van al colegio, crecen, tienen amigas, viven con relativa normalidad, aunque también con inquietud. Imposible vivir de espaldas a la realidad.

El panorama europeo es cada vez más sombrío, violento, represivo. Los acontecimientos se suceden vertiginosamente: los alemanes ocupan Renania, se promulgan las leyes de Nuremberg, invaden y anexionan Austria, entran en Checoslovaquia, en Polonia y en mayo de 1940 invaden Holanda.

Empieza el calvario. Los judíos están de nuevo en el punto de mira, las normas antisemitas se suceden.  “…Después de mayo de 1940 –cuenta Ana– los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás: primero la guerra, luego la capitulación, la invasión alemana, y así comenzaron las desgracias para nosotros los judíos. Las medidas antijudías se sucedieron rápidamente y se nos privó de muchas libertades”. No pueden usar transporte público, ni regentar empresas, deben llevar una estrella amarilla que los identifique … ¿Se puede vivir así?, la deportación a campos de trabajo es un riesgo real. Otto Frank trata de buscar una salida para sobrevivir: emigrar a Estados Unidos o esconderse. Opta por la segunda solución.

Y así, tras minuciosos preparativos para evitar riesgos el 6 de julio de 1942 la familia se traslada a lo que Ana llamó la casa de atrás. El escondite se encuentra en la parte posterior de las oficinas, su situación es perfecta “…Nadie sospecharía nunca –escribe nada más llegar– que detrás de esa puerta pintada de gris, sin nada en particular, esconden tantas habitaciones…”

Allí vivirán ocho personas, el matrimonio Frank con sus hijas, el matrimonio van Peels con su hijo Peter y el dentista judío Pfeffer. Miep Gies, Jo Kleiman, Victor Kugler y Bep Voskuijlson son los únicos empleados que están al corriente de su llegada y serán también sus protectores y su enlace con el exterior.

¿Cómo era Ana? Quienes la recuerdan hablan de una chica alegre, extrovertida, curiosa, popular, algo marisabidilla “…Dios lo sabe todo, pero Ana sabe más”, eso afirmaba la madre de Hannah Goslar, sobreviviente de la guerra y una de las amigas de Ana con la que coincidió en Bergen-Belsen. Pero es el diario su mejor espejo. En él se percibe una notable evolución hacia la madurez que ella misma reconoce: “…Cuando pienso en la existencia que llevaba en el año 1942 todo me parece irreal. Esa vida bendita la vivía una Ana completamente diferente de ésta que ha crecido entre estas cuatro paredes y se ha vuelto juiciosa. Sí, era una vida bendita…”

Vamos conociendo sus sueños –quería ser escritora–, sus encontronazos con los compañeros de encierro, la negativa relación con su madre, el amor incondicional a su padre, el acercamiento a su hermana, el idilio con Peter; el miedo, la ilusión, la aceptación. “Quiero seguir viviendo después de mi muerte. Y doy gracias a Dios que desde la cuna me ha otorgado la posibilidad de desarrollar mi espíritu permitiéndome expresar todo lo que pasa por mí”. Su preocupación por el destino de los holandeses (se horroriza con los fusilamientos de los rehenes), por el de los judíos (capaces de sobrevivir a lo largo de los siglos a todo tipo de vicisitudes), por el curso de la guerra…

El diario retrata también la tensión entre los allí encerrados, las peleas, el miedo a ser descubiertos, la monotonía, el silencio obligado, la asfixia, la esperanza, la claustrofobia, el aislamiento y la incomunicación; no faltan buenos momentos entre ellos, ni el sentido del humor (las normas de convivencia son un buen ejemplo), ni el agradecimiento a sus protectores.

El desembarco de Normandía renueva las esperanzas de todos ellos, empiezan a acariciar la libertad. Corto sueño. El 4 de agosto de 1944 las fuerzas de seguridad, no se sabe si a causa de una delación, detienen a los ocupantes del refugio. Llevaban allí dos años. El cuaderno queda abandonado, lo encuentra Miep Gies, lo guarda y, al terminar la guerra, se lo entregó a Otto Frank, único sobreviviente de la familia. Cuatro días más tarde de la detención son enviados al campo de tránsito de Westerbork, Ana, recuerda el padre, parece sentirse liberada, respira aire libre, habla con más gente, y todo eso a pesar de las condiciones del campo: barracones, trabajo a destajo, mala comida e incertidumbre sobre su destino.

Poco duró la duda, el 3 de septiembre todos los componentes del refugio salen hacia Auschwitz (Polonia). Quienes hayan leído Si esto es un hombre de Primo Levi o hayan visto La lista de Schindler, por ejemplo, sabrán de la deshumanización de los campos y lo que pudieron pasar allí. Fuera, la guerra vive sus últimos momentos, el ejército alemán se desmorona, los responsables de los campos tratan de ocultar su horror.

Empiezan los traslados, entre ellos el de las hermanas Frank que terminan en Bergen-Belsen. Allí, las malas condiciones de vida y el tifus acaban con su vida. Pasadas pocas semanas, el 15 de abril de 1945, las tropas británicas liberan el campo. La celebración de la victoria llega poco después.

¿Y el diario? Otto Frank lo recibió nada más llegar a Ámsterdam y lo publicó en junio de 1947. Diez años después crea la Fundación Ana Frank y en mayo de 1960 se abre la casa como museo.

“El diario muestra la inmensa tragedia del holocausto, el desperdicio de vidas humanas y de talento, y el precio que hubo que pagar debido a que los pueblos libres no actuaron a tiempo para reprimir los movimientos totalitarios” (Yehuda Levy, filósofo y escritor. Casa Museo de Ana Frank)

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