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No sabe ni jota, y otras formas de decir tonto

Y, por eso, se refieren a él con otras expresiones que reflejan su ignorancia.

22 de marzo de 2024. Estandarte.com

Qué: algunas expresiones populares para expresar ignorancia

“A otro perro con ese hueso. ¡Como si yo no supiese cuántas son cinco y dónde me aprieta el zapato!”. Con esta frase que dice el ventero en el Quijote comienza José María Iribarren en su libro El porqué de los dichos (Ariel) la explicación sobre la expresión No saber cuántas son cinco. Con ella se señala que alguien ignora algo tan conocido y simple como contar hasta cinco valiéndose de los dedos de la mano. Se incide, de forma despectiva, claro, en la simpleza del hecho que se desconoce.

Tampoco se queda corta en este sentido No sabe ni jota. En su obra Filología vulgar. El folklore andaluz (Sevilla, 1882-83), el hebraísta y sacerdote liberal Antonio María García Blanco ofrece una explicación muy interesante: “Era y es la iod hebrea, caldea y siríaca la letra más pequeña de las veintidós que usaban aquellos idiomas; era además en hebreo el principio o primer trazo de toda letra, como puede verse en cualquier diccionario o gramática de aquellas lenguas: la jota española o castellana es la iota griega en cuanto al nombre, y esta es el iod hebreo. Decir, pues, no sabe jota equivalía a decir ‘no conoce ni sabe la más pequeña letra, no sabe hacer el primer perfil o trazo de ninguna letra, es un ignorante completo”.

Otras veces no se refiere al desconocimiento en generalidades que se suponen al alcance de todos, sino a asuntos concretos. Eso no quita que quien utiliza el modismo pretenda herir o sacar los colores: como tantas veces, en el tono estará la clave. Así ocurre con No saber de la misa la media. Como recoge la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en un artículo sobre Modismos castellanos con forma negativa (Juliana Panizo Rodríguez), con esta expresión “dícese de la persona torpe, y de aquella que no está enterada del asunto que se ventila.” Su origen no está claro, pero sí se sabe que ya se utilizaba en el siglo XVII y se estima que probablemente se aludía con ella a los clérigos de misa y olla: “un presbítero sin carrera, un clérigo en bruto, un capellán que no sabe de la misa la media…”, según la descripción de Fermín Caballero de 1843.

Sin alejarnos de la iglesia, nos paramos en otro dicho, quizás ya en desuso, pero bien curioso: Sacar lo que el negro del sermón. En más de una ocasión Benito Pérez Galdós lo puso en boca de sus personajes, por ejemplo, Ballester lo utilizó en Fortunata y Jacinta y Ponce en Miau y en ambos casos querían dejar claro, o echar en cara, que alguien no entendía o comprendía nada de un asunto. Sus antecedentes están en un cuentecillo proverbial que venía a decir que un negro entró en una iglesia y salió después de escuchar el sermón con los pies fríos y la cabeza caliente, lo primero porque iba descalzo, lo segundo por esforzarse en balde para entender lo que decía el predicador.

Aquel que es señalado por no saber de la misa la media, no saber ni jota o sacar lo que el negro del sermón, es fácil que terminé con la etiqueta de tonto de capirote, forma coloquial de llamar a uno necio o incapaz. Tal es su tontería que merece ser cubierto con el capirote que le distingue como graduado o doctor en imbecilidad. Según Covarrubias: “Tonto de Capirote es tanto como decir tonto graduado y que puede llevar el distintivo o capirote de doctor, y llamamos al estúpido imbécil o muy tonto". Hay quien le llamará tonto del bote, sin saber probablemente que esa expresión se extendió a principios del XIX a raíz de que se hablara en prensa de un mendigo al que se conoció por ese mote (pedía dinero con un bote de suela) tras salir ileso del encuentro con un toro que se había escapado de una corrida en Madrid. El toro se paró ante él, lo olfateó y se fue; el mendigo ni se movió.

Con sorna, ironía, mala intención o retranca, nuestra lengua esconde infinitas metáforas y juegos de palabras para burlarse del otro, se fija en el reino animal (merluzo, besugo, percebe…) y el vegetal (berza, alcornoque, melón…); además, cada comunidad tiene sus especialidades (nadie como un mallorquín sabe lo inútil que es aquel al que llaman cap de fava). Será por imaginación. Algunas expresiones ya han quedado viejurgas, pero siguen siendo curiosas y divertidas. También las hay para alabar. De ellas nos ocuparemos en otra ocasión.

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