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Entrevista a Mercedes Cebrián

Esa autora que todo el mundo elogia. Nosotros, también.

25 de enero de 2011. Emilio Ruiz Mateo

Qué: Entrevista Autora: Mercedes Cebrián

Por libros como los suyos es que seguimos leyendo y confiando en las letras españolas. La suya es una literatura distinta, seria, inteligente. Una escritora con ganas de hacer algo único… y que lo consigue. Preocupación y exactitud en el lenguaje, observación aguda de nuestros días, lejanía del "nocillismo". La nueva taxidermia, recién llegada a las librerías y editada por Mondadori, confirma lo que lo ya disfrutamos leyendo sus cuentos (El malestar al alcance de todos) y sus poemas (Mercado Común). A Mercedes Cebrián hay que leerla si uno quiere saber qué se escribe hoy en España. Le preguntamos una serie de inquietudes que nos surgen al leer su novela y nos responde con la misma divertida sabiduría que utiliza en su narrativa. Aquí está el resultado. 

 

Emilio Ruiz Mateo: Si tuviese que resumir La nueva taxidermia en un solo tema, o al menos privilegiar uno sobre otros, diría que es una novela sobre la identidad. ¿Lo crees tú también?
Mercedes Cebrián: Yo también lo creo. El problema es que el término identidad abarca tanto que, al final, acaba quedándose difuso. Pero es cierto que las dos historias tratan de responder, entre otras preguntas a las de: ¿quién soy? y ¿quiénes son los demás?

ERM: También creo que tus personajes tienen miedo a la vida, y por ello interponen algo entre lo externo (el mundo que les rodea, “la realidad”) y lo interno (el mundo interior): un muñeco que canaliza su voz, un pasado que se hace presente. ¿Crees que es una lectura acertada de La nueva taxidermia?
Mercedes Cebrián: Si bien es cierto que yo no soy “propietaria” de las lecturas que se hagan sobre La nueva taxidermia, sí que me gustaría que el lector justamente hiciese la que comentas. Las protagonistas de las dos historias dan unos rodeos largos, se meten por intrincados vericuetos con tal de ahorrarse ciertas situaciones de dolor o incomodidad vitales. La paradoja es que esos caminos que emprenden son tan o más dolorosos que hacer frente a los temas que les incomodan.

ERM: ¿Te gustan los autómatas, las marionetas y demás muñecos pseudohumanos? ¿O más bien lo contrario?
Mercedes Cebrián: Digamos que me interesa lo antropomórfico, pero a la vez algunos de los representantes de la vida inanimada de aspecto humano me dan pampurrias (véanse los muñecos “clásicos” de ventrílocuo). Me gusta pensar y analizar las relaciones que mantenemos con los objetos, y los muñecos son, al fin y al cabo, objetos. De ahí que haya encargado una muñeca de mí misma a alguien que las fabrica (Mercedes se refiere a la muñeca de la fotografía que acompaña esta entrevista) aunque, como era de esperar, no me acaba de satisfacer. No hay que pedirle demasiado a los muñecos…

ERM: ¿Por qué dos nouvelles? ¿Te lo planteaste así desde el principio, o surgió por la propia exigencia de los relatos?
Mercedes Cebrián: Surgió principalmente porque el relato corto, que es el género en prosa que más he trabajado, empieza a no convencerme por limitaciones de extensión.  En este libro quería trabajar temas diversos como el pasado y su imposible reconstrucción, la gestión del yo, la responsabilidad que implica el hecho de hablar, etc. En lugar de dedicar un relato corto a ilustrar cada uno de los temas, pensé que ya hora de hacer malabares con más de una bolita. Vi que era factible trabajar diversos temas solamente a través de un par de historias de mayor extensión, y el resultado es La nueva taxidermia.

ERM: Tu novela se compone de dos novelas cortas, que a su vez se estructuran en capítulos muy breves… ¿Te llevas mal con las largas distancias en los textos? ¿También como lectora?
Mercedes Cebrián:  Si bien con el relato corto podría decir que estoy en crisis, tampoco soy una gran lectora de novelón. Eso supone un problema a la hora de trabajar un género: si no lo conoces lo suficientemente bien, creo que no puedes obtener buenos resultados al escribirlo, salvo contadas excepciones. Creo que es importante y pertinente hacer un autoanálisis literario en el que una sepa cuáles son sus limitaciones hasta el momento, incluso como lectora. Tras ese análisis, me decanté por esta extensión y por su estructura “loncheada” en fragmentos o escenas breves. Podría decir algo un poco manido: que este gusto por lo fragmentario es influencia de los hábitos de lectura en Internet, de las prisas de la vida contemporánea… Algo de todo esto me habrá influido, imagino, pero no soy consciente de ello.

ERM: Una muñeca marinizada, bolsas metafóricas bajo los ojos, la zona más gorgorítica del aria… Uno diría que es en los adjetivos donde concentras gran parte de tu trabajo sobre las palabras… ¿Qué te pasa con los adjetivos? ¿Eres adjetivófila?
Mercedes Cebrián: Los adjetivos son como esos alimentos de los que el médico te dice que no abuses, aunque sepa que te gustan mucho. El exceso de adjetivación es un clásico error de alumno principiante de taller literario, así es que trato de no pasarme, pero reconozco que los veo como un buen aderezo para una ensalada aburrida: si sale bien, es un éxito. Si no, te arruina la ensalada por completo.

ERM: Me consta que eres una gran viajera, como también saben los lectores de tus fantásticas crónicas en El Viajero de El País. ¿Viajar te hace apreciar más a tu país, España, o lo contrario?
Mercedes Cebrián:  Me parece que para contestar a esto lo mejor que puedo hacer es acudir a unos versos del escritor argentino Juan José Saer, que dicen: "No pienses, porque toques con las yemas de los dedos las piedras de/ otras ciudades y entres, como en un agua, en su estruendo y en su/ color, que no estás más, inmóvil, en la tierra natal".
Pues eso: no creo que nunca podamos salir de verdad de nuestro país natal, por más que intentemos ser cosmopolitas, renegar de él, dejar de practicar sus tradiciones. Estando fuera se nota aún más esto. De ahí la actitud de ciertos escritores austriacos como Thomas Bernhard o Elfriede Jelinek, a la sazón odiadores profesionales de su país, que vivieron o viven (en el caso de la segunda) casi siempre en Austria aunque la ponían a caer de un burro en sus libros. Es una gran paradoja, sí.

ERM: ¿Te duele España, como a Unamuno?
Mercedes Cebrián:  Me duele como a los accidentados que, cuando cambia el tiempo, sienten dolores “antiguos” en aquellas partes lesionadas: rodillas, codo… o donde fuese que les golpeasen en su día. Es cierto que viajar sirve para relativizar: para bajar un poco la intensidad de la rabia y también para apreciar las peculiaridades del país natal de una. Para bien o para mal, no creo que haya un país perfecto.

ERM: Una gran parte de los lectores de Estandarte.com son escritores, o aspirantes a ello. Cuéntanos por favor cuál es tu rutina como escritora.
Mercedes Cebrián: Soy muy mañanera, quizá por una idea judeocristiana inculcada desde la infancia y que tiene que ver con este dicho: “La obligación antes que la devoción”. Creo que si por la mañana no he escrito, ya es difícil que lo haga más adelante, pero a veces esto no funciona así.  Por la noche, a partir de las 10 pm, ya no se puede hacer carrera de mí, así es que adiós al mito de la escritora noctámbula que pasa noches en vela tecleando. Sí que detecto mayor concentración o “inspiración” en días festivos en los que pienso que no hay nadie despierto o llevando una vida medianamente activa, por ejemplo en Año Nuevo o en los cuatro días de Semana Santa.
Los encierros intensivos me han hecho mucho bien: normalmente han tenido lugar en instituciones de reclusión para escritores, locución que suena muy mal pero que en realidad es lo más cercano al paraíso que conozco: residencias para gente que escribe, donde lo tienen todo organizado para que no te desconcentres.

ERM: Recomiéndanos algún libro o, mejor aún, algunos libros, que hayas leído en los últimos meses y que te hayan gustado.
Mercedes Cebrián: Me estoy aficionando mucho a la literatura de Fernando San Basilio. Ha publicado dos novelas en Caballo de Troya que, además de ser muy divertidas, me hacen ver que tengo ante mí un cronista estupendo de lo contemporáneo. Las recomiendo para quienes quieran “entender” Madrid, si es que esta ciudad se puede entender de algún modo.
También sigo leyendo poesía: Ruth Fainlight, excelente poeta americana que estuvo en el festival Cosmopoética de Córdoba en 2009, ha publicado su obra reunida en inglés (Ed. Bloodaxe). La estoy leyendo a salto de mata y sin ningún orden establecido, pero encantada de que el libro tenga tantísimas páginas.

ERM: ¿Qué echas en falta en los escritores españoles de tu generación?
Mercedes Cebrián: Creo que lo que unos no tienen sí lo poseen los de más allá. Es decir, si de unos quizá me incomoda lo pegados que están a una temática “generacional”, en otros esto no sucede, y por lo tanto eso impide la posible generalización. En algunos echo en falta más discurso sobre España, tema que a mí me interesa especialmente. Tenemos demasiadas veleidades internacionales, los nacidos en los 70…

ERM: Primero fue un libro de relatos (El malestar al alcance de todos). Luego un poemario (Mercado Común). Ahora volvemos a la prosa. ¿Lo siguiente toca poesía de nuevo? Dejando de lado pequeñas publicaciones como las crónicas de viajes de Viajes in vitro o el cuento publicado en Alpha Mini…
Mercedes Cebrián: Me gustaría ser una todo terreno y escribir tres libros a la vez: un poemario (sí, de nuevo), una crónica (de viajes o de algún evento que me interese especialmente) y una novela corta. Vamos a ver si alguno de ellos llega a la meta en condiciones.

ERM: ¿Para cuándo un libro que no sea de ficción, Mercedes? Hay mucha observación y mucha sociología en tus historias… Esto huele a estudios culturales.
Mercedes Cebrián: La ficción es menos comprometedora que la no-ficción. Al menos, que el tipo de no-ficción que yo escribiría, en la que habría demasiados datos o información que incomodaría a algunos. Creo que ciertos libros no se pueden escribir antes de cumplir 60, que es cuando espero que muchas cosas ya me den igual. Veamos si es así.

 

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