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La casa de Luis Cernuda, en ruinas

Preocupación por el estado del inmueble sevillano en el que nació.

25 de septiembre de 2016. Estandarte.com

Qué: la casa natal de Luis Cernuda, en ruinas. Dónde: antigua calle Conde de Tójar (hoy c/Acetres), 6, Sevilla.

Gustavo Adolfo Bécquer —por partida doble: en Noviercas y en Sevilla—, Vicente Aleixandre, Dulce María Loynaz... Los poetas en lengua española no tienen suerte con el estado de conservación de sus casas natales. En el ámbito anglosajón resulta muy habitual convertir en un museo —o en un centro cultural— la casa en la que un gran escritor nació o vivió; hace poco contamos los proyectos para la casa dedicada a Emily Dickinson. En el hispánico, por desgracia, hay más ruinas que vida: a los casos anteriores se añade el del poeta Luis Cernuda, cuya casa natal en Sevilla se encuentra en un estado preocupante, hasta el punto de que los balcones del edificio se han protegido con redes para evitar que los desprendimientos de cascotes dañen a los viandantes.

Esta situación ruinosa de la casa natal de Luis Cernuda ha llevado a movilizarse a la Asociación de Defensa del Patrimonio de Andalucía (ADEPA) —de la que forma parte Rogelio Reyes, catedrático emérito de Literatura de la Universidad de Sevilla y experto en la obra del poeta—, que solicita la declaración de Bien de Interés Cultural por parte de la Junta de Andalucía, evitando que el edificio —actualmente en venta por una inmobiliaria— caiga en manos de un comprador privado. Existe una petición en Change.org para «salvar de la ruina y las destrucción la casa donde vivió Cernuda su infancia», que hasta la fecha apenas ha recibido 320 firmas; tampoco se tiene constancia de que exista ningún tipo de interés por parte de la administración regional en salvar de la ruina la casa natal del poeta.

Luis Cernuda nació el 21 de septiembre de 1902 en el número 6 de la antigua calle Conde de Tójar, hoy Acetres. La familia Cernuda Bidón vivió en este inmueble hasta el año 1914, cuando el padre fue destinado a los pabellones militares del Cuartel de Zapadores o Ingenieros de Sevilla, en el actual barrio del Porvenir; en 1920, cuando muere el padre, la familia regresa al centro de la ciudad, a una pequeña vivienda en la calle del Aire. El edificio de Conde de Tójar era entonces de reciente construcción, y en la zona residían familias de la burguesía andaluza: más tarde, el inmueble lo ocuparía —durante décadas— la cristalería Valeriano Díaz, y pasaría a la historia de la literatura no solo por su condición de casa natal del escritor, sino por haber inspirado Ocnos, una de sus obras fundamentales, en la que Cernuda se refiere a sí mismo como «Albanio».

A continuación compartimos uno de los poemas de Luis Cernuda en Ocnos, en el que aparece reflejada la casa de la calle Acetres:

El tiempo

Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza. (No sé si expreso esto bien.) Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centelleante nos arrojara del paraíso primero, donde todo hombre ha vivido una vez libre del aguijón de la muerte. ¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?

Recuerdo aquel rincón del patio en la casa natal, yo a solas y sentado en el primer peldaño de la escalera de mármol. La vela estaba echada, sumiendo el ambiente en una fresca penumbra, y sobre la lona, por donde se filtraba tamizada la luz del mediodía, una estrella destacaba sus seis puntas de paño rojo. Subían hasta los balcones abiertos, por el hueco del patio, las hojas anchas de las latanias, de un verde oscuro y brillante, y abajo, en torno de la fuente, agrupadas, las matas floridas de adelfas y azaleas.

Sonaba el agua al caer con un ritmo igual, adormecedor, y allá en el fondo del agua unos peces escarlata nadaban con inquieto movimiento, centelleando sus escamas en un relámpago de oro. Disuelta en el ambiente había una languidez que lentamente iba invadiendo mi cuerpo.

Allí, en el absoluto silencio estival, subrayado por el rumor del agua, los ojos abiertos a una clara penumbra que realzaba la vida misteriosa de las cosas, he visto cómo las horas quedaban inmóviles, suspensas en el aire, tal la nube que oculta un dios, puras y aéreas, sin pasar.

Comentarios en estandarte- 1

1 | RICHARD 26-09-2016 - 08:05:23 h
Y NO TIENEN DINERO QUE PENA QUE PENITA DE PAÍS Y LUEGO A ROBAR