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Concepción Arenal: activista en el XIX

La biografía de una mujer en lucha contra la injusticia.

04 de febrero de 2024. Estandarte.com

Qué: Biografía de Concepción Arenal

Una de las frases más conocidas de Concepción Arenal dice: “¿Los pobres serían lo que son, si nosotros fuéramos lo que debiéramos ser?”. Dice mucho de esta escritora gallega nacida en Ferrol (La Coruña) en enero de 1820.

Habla de su preocupación por los pobres, los humillados y ofendidos de la sociedad que le tocó vivir, habla de su empeño por contar con los demás y hacer comunidad: solo así es posible cambiar las injusticias. Concepción Arenal tocó todas las teclas que estaban a su alcance: desde las leyes a los periódicos, desde las instituciones a la caridad.

De pequeña recibió el ejemplo de su padre, liberal encarcelado por sus ideas políticas, cuando llegó el absolutismo de Fernando VII, que acabó muriendo tras sucesivas estancias en prisión. Concepción Arenal tenía 9 años. Su madre decidió que lo mejor era trasladarse a Madrid para que sus hijas se formaran como “señoritas”.

No era el plan que tenía en la cabeza una joven y resuelta Concepción Arenal decidida a ir a la universidad. ¿Qué estaba prohibido por ser mujer? Pues iría vestida de hombre. Y así lo hizo hasta que la descubrieron y fue “autorizada” a continuar con las clases. Allí conoció al que sería su marido, el abogado y periodista Fernando García Carrasco, con quien compartía inquietud literaria y colaboraciones periodísticas especialmente en el diario La Iberia.

La muerte de su esposo corta las amarras con Madrid y Concepción Arenal, al frente de su familia, se establece en Potes. Allí conoce una organización de corte social y humanitario: las Conferencias de San Vicente de Paúl, con cuyas actividades se vuelca.

Nunca descuidará las letras y, de hecho, fruto de esa combinación de activismo y escritura aparece la obra La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad (1860), premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Su siguiente título, El visitador del pobre (1863), surge al comprobar la escasa preparación que tenían las mujeres, pues prácticamente lo eran todas las personas encargadas entonces del auxilio a pobres y enfermos. Y la situación no mejoraba al hablar de otros estratos sociales: la mujer es un ser de segunda, un adorno que poco o nada se toma en consideración más que para tareas residuales o incluso marginales.

La educación y la ley serán los caminos que puedan solucionar la desigualdad y la injusticia que sufren, pero hay uno más, la denuncia, que Concepción Arenal no duda en transitar en obras como La mujer del porvenir (1869), La mujer en su casa (1881), Estado actual de la mujer en España (1884) o La educación de la mujer (1892).  Por todas ellas, por su reivindicación de la igualdad, Concepción Arenal es considerada una de las primeras escritoras feministas en la historia de España.

Junto con mejorar la formación de las mujeres y cambiar las leyes a favor de la igualdad, otro colectivo se situará en el punto de mira de la activista: los presos. Desde 1864 tenía el cargo de Visitadora de Prisiones de Mujeres, lo que le aportó una experiencia vital de primera para escribir Cartas a los delincuentes (1865). Allí defiende la necesidad de reformar el Código Penal, pero la publicación de esta obra provoca su cese.

En 1868 la nombran Inspectora de Casas de Corrección de mujeres. Son buenos años para ella, es la época del krausismo y Arenal tiene gran amistad con  nombres como Francisco Giner de los Ríos, Fernando de Castro y Gumersindo de Azcárate, especialmente, que la incorporan a sus círculos universitarios y culturales. Pero nunca se extinguió su preocupación vital.

En 1870 funda La Voz de la Caridad, para despacharse a gusto contra todo tipo de injusticias: la esclavitud, la explotación obrera, el ninguneo de las mujeres, las condiciones de los presos… Todo aquello sobre lo que había ido construyendo su vida y su obra. Y como lo suyo no era activismo “de boquilla” al estallar la tercera guerra carlista se va como colaboradora de la Cruz Roja a dirigir el Hospital de Sangre de Miranda de Ebro. La dolorosa experiencia se transformó en un libro bello: Cuadros de guerra, que aparecería en 1880.

Siguiendo los destinos de su hijo, la última época de su vida la pasará en Gijón primero y luego en Vigo. Apartada de la esfera pública y centrada en su obra y sus intereses producirá un buen número de libros y estudios como La cárcel llamada Modelo Estudios penitenciarios (1877), Ensayo histórico sobre el derecho de gentes (1879) o La instrucción del pueblo (1878). De 1891 es Manual del visitador del preso y de 1892 La instrucción del obrero, junto con el ya mencionado ensayo La educación de la mujer (1892).

A pesar de su edad y su salud, siguió siendo siempre una activa colaboradora en prensa. Murió en Vigo el 4 de febrero de 1893.

 

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