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Entrevista a Ricardo Menéndez Salmón

"Es posible que sea la novela más conmovedora que he escrito".

20 de abril de 2014. Emilio Ruiz Mateo

Qué: Entrevista a Ricardo Menéndez Salmón por Niños en el tiempo

La última novela hasta el momento de Ricardo Menéndez Salmón, Niños en el tiempo, nos gustó especialmente en Estandarte.com, y por ello quisimos hablar sobre ella con Ricardo. Su acercamiento a la figura infantil de Jesús de Nazaret, el título de la novela, su interés “religioso”, la emoción que encierra (“Es posible que Niños en el tiempo sea la novela más conmovedora que he escrito”)… Había mucho que hablar con Menéndez Salmón, y esto fue lo que nos contó.

Si cada novela en la trayectoria de un autor es un paso más, o al menos un intento de ello, ¿en qué sentido lo es para ti Niños en el tiempo?
Es posible que Niños en el tiempo sea la novela más conmovedora que he escrito. Esa dimensión emotiva, que apunta de modo directo al ánimo del lector, estaba enmascarada en novelas anteriores. Trabajar en ese sentido ha sido un reto, sobre todo para no caer en la sensiblería o en un romanticismo estéril. La novela organiza sentimientos profundos pero al tiempo diáfanos, despojados de retórica.

Florecen “las novelas de la crisis”. Elvira Navarro, Lara Moreno, Recaredo Veredas, Rafael Chirbes… ¿Has leído alguna? ¿Qué te sugieren?
Admiro a Chirbes, en mi opinión el mayor novelista en activo de nuestro país, y sigo con interés la trayectoria de Isaac Rosa y Marta Sanz. Que los tres sean o no novelistas de la crisis, me parece en todo caso lo de menos. Es obvio que en estos autores el acento social, la preocupación por el aquí y el ahora es soberana, pero no es eso lo que para mí los convierte en decisivos. Me importa qué narran, por descontado, pero también, y mucho, cómo lo hacen.

Vives en Asturias, ¿cómo te ha beneficiado o perjudicado esa situación física periférica respecto a los “centros de poder” cultural?
Me ha regalado sosiego y me ha evitado distracciones innecesarias. Digamos que, en el día a día, carezco de vida social literaria. Por otro lado, la idea de que hoy, para ser alguien en la literatura, hay que seguir pasando físicamente por Madrid o Barcelona, es una ingenuidad.

En tu narrativa hay un trabajo del lenguaje espectacular, más aún cuando (generalizando mucho, lo sé) podemos decir que los novelistas españoles prefieren el minimalismo expresivo… ¿Eres autor de corregir y pulir mucho, o más bien de esperar a la palabra precisa antes de escribirla?
Escribo deprisa, a impulsos, y luego, cuando el texto ha reposado, corrijo muchísimo. Para mí es la parte más hermosa de la escritura: la poda, el trabajo con la música del texto, el refinamiento en la expresión.

Escuché en la presentación de tu libro que el título, Niños en el tiempo, era innegociable… Con todo el respeto, me sorprende, y con curiosidad, me gustaría preguntarte el porqué de tu preferencia por él. Con los títulos tan rotundos y buenos que tienes, La luz es más antigua que el amor, Gritar, Derrumbe, La ofensa… ¿De verdad te gustaba tanto este?
No sólo me gusta, sino que insisto en lo dicho. Ningún otro título se ajustaría como el escogido a lo que la novela expresa. Niños y tiempo son, en mi opinión, dos de las palabras más evocativas de nuestra lengua.

Proyectándonos al futuro, si eso fuera posible, ¿en qué tradición literaria te gustaría que te encuadrasen? ¿Con qué autores contemporáneos te sientes más o menos unido?
La verdad es que no querría ser encuadrado. Me interesan los nombres, las voces, el estilo; no las etiquetas, las corrientes, el formalismo. Quiero decir, ¿cómo encuadrar a Thomas Bernhard, W. G. Sebald, Pierre Michon, Don DeLillo o William T. Vollmann? Más allá de tópicos, escuelas o criterios clasificatorios, son escritores irreductibles a nada que no sea su propia y excepcional obra. Así me gustaría ser leído, como un autor que viene de muchas partes pero que por sí mismo constituye un territorio literario.

Tuve la suerte de empezar a leer Niños en el tiempo sin saber absolutamente nada sobre ella. La aparición de Jesús como personaje principal me sorprendió mucho, como te imaginarás. ¿Por qué Jesús? ¿Qué es lo que más te fascina de ese personaje?
Jesús es una construcción más o menos afortunada de una personalidad puntual. Esa construcción, hecha por una serie de narradores, desde los evangelistas a Pablo, que realmente es quien inventa el cristianismo, se orienta a la implantación de una fe y a la consolidación de determinada visión del mundo. Mi interés por la figura de Jesús no es religioso. Lo que me seduce es que una de las figuras capitales de nuestro imaginario nos ha sido dada a conocer como personaje de un relato. Jesús es un personaje literario de primer orden, nacido de distintas plumas y sensibilidades, y cuya vida se organiza con vistas a un fin propagandístico. Que esa aventura careciera de una infancia propia, de una narración que se asomara a ese instante en el tiempo, me parecía muy sugestivo.

¿Crees que puede molestar a los creyentes católicos?
Sinceramente, me extrañaría. Sólo alguien muy celoso de lo que Jesús significa como símbolo podría sentirse ofendido.

¿Eres un hombre religioso, en algún sentido?
Carezco de fe. No sólo no creo en dios alguno, sino que tampoco deseo que exista dios alguno. El ateísmo me parece la parcela más fecunda del ser humano, la dimensión que nos obliga sin excusas a asumir nuestra responsabilidad.

Eres licenciado en Filosofía, ¿crees que un filósofo corre el riesgo de caer en disertaciones filosóficas en sus narraciones? No es tu caso, desde luego, pero no sé si luchas contra ello, o es algo natural.
El pensamiento es por definición dogmático, busca encarnarse en proposiciones apodícticas, que siembren criterios inconmovibles en quien escucha; la literatura, por el contrario, es esquiva, felizmente plural, imposible de reducir a una única interpretación. Es evidente que en mi trayecto hay una maduración que tiene que ver con el paso del tiempo. Sencillamente, hoy soy mejor escritor que hace cinco o diez años, y ser mejor escritor significa, en este contexto, ser consciente de que en literatura un exceso de pensamiento es posible que nos aleje irremediablemente de la vida.

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