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Entrevistamos a Recaredo Veredas

"Lo periférico también es europeo, y lo existencial, americano".

04 de septiembre de 2013. Cristina Consuegra

Qué: Entrevista a Recaredo Veredas por su libro Actos imperdonables Editorial: Bartleby Año: 2013 Páginas: 164 Precio: 16 €

Bartleby editores ha publicado Actos imperdonables, de Recaredo Veredas, una colección de relatos cortos en los que su autor, a golpe de ficción, analiza el par realidad/condición humana para ofrecer al lector una profunda reflexión sobre todas aquellas fracturas que hacen vulnerable al ser humano –el miedo, el dolor, la enfermedad, la libertad, uno mismo-, al tiempo que advierte sobre la presencia de nuevas grietas que forman parte de un acontecer mutante, impredecible; fracturas y grietas que conforman las obsesiones narrativas que sostienen la trayectoria literaria de Veredas.

El año pasado publicaste Nadar en agua helada, un título con un planteamiento original, fronterizo, que indaga en la fractura o grieta. Ahora presentas Actos imperdonables, un conjunto de piezas cortas que recoge parte del aliento de tu anterior trabajo. Con Actos imperdonables, ¿buscas investigar en nuevos planteamientos o nace con vocación continuista para así profundizar en tus obsesiones narrativas?

Tengo mis obsesiones, como todo el mundo, o tal vez un poco más porque me reconozco bastante obsesivo. Es irremediable que aparezcan en lo que escriba, sea poesía o narrativa. Al fin y al cabo toda literatura, con matices, es autobiográfica. Pero mi respuesta es un término medio, porque en Actos imperdonables sí intento investigar nuevos planteamientos, introduciendo elementos distópicos, fantásticos, incluso algo de humor. Intento que la historia y los personajes, las peripecias y los sentimientos queden más equilibrados, sin descuidar la nitidez del lenguaje.

Actos imperdonables de Recaredo VeredasComo acabo de comentar, Actos imperdonables está compuesto por un conjunto de piezas cortas cuya profundidad, a la hora de afrontar el asunto principal que conforma el entramado de cada relato, es contundente. ¿Encuentras en el relato tu natural forma de ser o forma parte de un proceso evolutivo dentro de tu escritura?

No siento ningún género como parte de mi natural formas de ser. Cada género posee sus normas, más o menos transgredibles, y no tengo especial dificultad en adaptarme a ellas. Tal vez sea el relato el género que me resulte más fácil y tal vez por esa facilidad sea el que más cultive. La novela precisa una constancia, una mirada global, un control de la progresión de los personajes y las peripecias mucho más difícil de conseguir.

¿Es el género breve el ejercicio más preciso y exacto a la hora de retratar y cuestionar el acontecer?

El acontecer puede retratarse mediante cualquier género, incluso mediante la poesía. El relato puede proporcionar una instantánea de ese acontecer: sea el punto álgido, sean las consecuencias o las causas. La novela puede englobar todo el proceso, tal vez sea el ejercicio más preciso y exacto pero depende, lógicamente y mucho más que el género, de la calidad y la mirada del escritor que hay detrás.

Es curioso lo que haces en Actos imperdonables. Retratas la realidad, tiendes a ella, pero logras que no se apodere de cada pieza breve, más bien al contrario, la pones al servicio de cada relato, la subyugas y subviertes. ¿Cómo se logra trabajar desde el presente sin caer en cierta realidad prosaica?

Respeto muchísimo al realismo sucio, a la crónica pura y dura de lo que ocurre -siempre subjetivado por la mirada del autor y su correspondiente narrador- pero creo que conseguir material narrativo de una descripción pretendidamente aséptica de la realidad queda al alcance de unos pocos elegidos, que saben hallar algo donde la mayoría no vemos nada. Una inmensa mayoría de los narradores nos vemos obligados a crear, a imaginar rupturas de la realidad compartida, de lo que todos consideramos razonable y previsible.  

El ramillete de personajes que compone este título se debate entre el perfil periférico de la ficción estadounidense y el existencialismo europeo. ¿Resultado natural de mirar a los ojos de la realidad?

Una mezcla de mirar a los ojos de la realidad -cuya propiedad no posee nadie, cada uno tiene su realidad, aunque haya unos hechos más objetivos que otros- y de influencias lectoras y visuales. La literatura no solo está compuesta de vida, también lo está de lo que leemos y de lo que vemos. Y en este segundo ámbito la superioridad estadounidense es indiscutible, tanto en términos de calidad como de cantidad. Eso no implica un desprecio por la literatura o la cinematografía europea: Francia o Reino Unido continúan produciendo excelentes obras, pero la fuerza de Estados Unidos sigue siendo demoledora. Además en nuestros postmodernos y globales tiempos, lo periférico es también europeo y lo existencial también americano. 

El relato que abre el título, “La temperatura de la luz”, advierte sobre lo que el lector va a encontrar por entre las páginas de Actos imperdonables: un conjunto de relatos que retrata y cuestiona conceptos como el miedo, la rutina, la desidia, la enfermedad, el dolor,…  Estos dos últimos asuntos aparecen como los grandes temas de Actos imperdonables, ¿qué te lleva a encarar ambos temas desde el ejercicio de la ficción?

Creo que en la vida de cualquiera que haya superado los treinta y cinco años, y más conforme avanzan las décadas, la enfermedad, el dolor y, por supuesto, la muerte poseen un protagonismo muy importante. Otro asunto es que nuestra sociedad no quiera contemplar una primacía que considero más que obvia y haya optado por vivir de espaldas a lo orgánico. No soy especialmente pesimista, no niego ni mucho menos la existencia del bien y la felicidad pero mi mirada, mis obsesiones me conducen hacia la enfermedad y el dolor. Y también hacia otros temas, como la culpa, el perdón o la compasión.

¿Consideras que nuestra sociedad es una sociedad enferma?  

Considero que nuestra sociedad es sumamente afortunada. Disfrutamos de beneficios que otros países ni siquiera soñarían, incluso teniendo en cuenta el duro retroceso que está sufriendo el estado de bienestar. Por otro lado, vivimos en una sociedad que no quiere mirar hacia otro lugar que el indicado por los medios y el entretenimiento masivo. Una sociedad que margina a los diferentes, obvia la muerte y prioriza la diversión rápida sobre cualquier otro valor. Una diversión rápida que se agota con la misma velocidad que muchas drogas y, como las drogas, reclama más y más.

En “Las moscas” ofreces un retrato cáustico del individuo contemporáneo. ¿Es el miedo –el miedo a ser feliz, a ser uno mismo, al compromiso para con la sociedad, a lo Otro- uno de los grandes retos de la condición humana para el siglo XXI?

Creo que uno de los grandes retos es el compromiso con uno mismo, el análisis libre e individual de la vida de cada uno y la decisión consciente de cuál es el camino que cada uno desea tomar durante los escasos 30.000 días, contando la niñez y la decrépita vejez que dura la vida humana. Ese análisis está mediatizado por numerosos condicionantes sociales, familiares, mediáticos... Llegar al máximo grado de libertad es el reto, creo.

En “El doble o la triste historia de Arturo Minimí” realizas un ejercicio literario de altura; hay crítica mordaz a la realidad, una suerte de alteridad revisada, un trabajo profundo de cuestionamiento de la identidad; se intuye la sombra de muchos autores, entre ellos, la de Kafka irrumpe con fuerza, también Camus parece colarse por entre las páginas que lo conforman, entre otros autores que trabajaron la teoría del Doble. Dos preguntas en relación con esta pieza: ¿Cómo irrumpe el personaje de Arturo Minimí en tu vida literaria? Y sobre el asunto de los autores, ¿homenaje –pretendido o no- a una suerte de Kakfa revisado?

No recuerdo ahora mismo cómo nació ese relato. Supongo que es una mezcla de distintos elementos, entre los que destacan tanto Kafka -sus cuentos son maravillosos, sobre todo “Las preocupaciones de un padre de familia"- como influencias cinematográficas, por ejemplo el Cronemberg de Inseparables. También influyeron circunstancias vitales: es un relato bastante autobiográfico, aunque nunca haya tenido la suerte de tener un doble. Respecto de Camus, no he leído sus reflexiones sobre el doble y no creo que El extranjero o La peste me hayan influido especialmente, aun reconociendo su extrema calidad.  

Hay un par de relatos especialmente inquietantes por la relación que guarda con el lector, por la necesidad de la figura del lector. Hablo de “La mujer de la isla” y “La maldición”. ¿Cómo surgen ambas historias?

“La mujer de la isla” surge de un intento de novela fallido que, con un final distinto, se convirtió en un relato. Siempre me ha preocupado la infinita soledad en la que viven millones de ancianos, amontonados en residencias, esperando la muerte. “La maldición” es un relato bien distinto y también bastante autobiográfico. Tuve una infancia bastante problemática: en mí habitan los dos personajes, tanto el maltratador como el maltratado. Pero tal vez el disparador del relato fue la curiosidad que me causó una santería enorme que abrieron en el centro de Madrid.

Conoces el andamiaje del escenario editorial nacional con bastante precisión gracias a tu labor como crítico, lector, autor y, recientemente, director de una revista electrónica especializada, Micro-revista. ¿Qué es aquello que realmente te preocupa de la escena editorial?

La actual polarización en dos enormes grupos, Planeta y RHM, que copan la distribución y el espacio en librerías, no es beneficiosa para el biosistema editorial. Tampoco la caída de editoriales medias como Anagrama o Tusquets en las manos de grandes grupos. Menos mal que hay decenas de editoriales pequeñas dispuestas a arriesgar su escaso capital para alegrar un poco el panorama.

A modo de colofón, ¿qué esperas aportar con Actos Imperdonables?

Una buena colección de relatos, que estimule al lector y le haga pensar sobre temas poco frecuentados por el aluvión mediático. 

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