El invernadero de Emily Dickinson

15 de mayo de 2016. Estandarte.com

Emily Dickinson falleció el 15 de mayo de 1886 en Amherst (Massachusetts, Estados Unidos). Para entonces llevaba décadas recluida en la casa familiar, y había pasado los últimos años de su vida sin asomarse más allá de su habitación. En esta época de reclusión, provocada en cierto modo por las muertes de su amigo Benjamin F. Newton —en 1853— y la marcha de Charles Wasdworth —en 1861—, la escritora halló consuelo en la poesía... y en la jardinería. El Museo de Emily Dickinson proyecta ahora un homenaje a la poeta: la reconstrucción de su invernadero. Para ello, han impulsado un crowdfunding que les permitirá alcanzar el presupuesto necesario.

El Museo de Emily Dickinson ocupa dos casas históricas en el corazón de Amherst, ambas vinculadas a la historia de Dickinson: una de ellas, The Homestead («La casa»), se trata del inmueble que perteneció al juez Edward Dickinson, padre de la poeta, en el que Emily nació y vivió hasta su muerte; y la otra se conoce como The Evergreens («Los árboles de hoja perenne»). Se sitúa junto a la casa natal de la escritora, y corresponde al hogar de William Austin Dickinson —su hermano— y Susan Huntington Gilbert, esposa de Austin, escritora y editora de Emily Dickinson, con la que mantuvo una íntima relación epistolar. El museo se fundó en 2003, y asume la difusión de la obra de Emily Dickinson, con especial interés en la preservación de su legado y en actividades de formación con jóvenes lectores.

Según explican desde el Museo de Emily Dickinson, el invernadero se anexaba a la fachada posterior de la casa natal de la poeta, aunque fue derribado en 1916. El espacio se había construido en 1855, y desde entonces la escritora —que contaba entonces con apenas veinticinco años— disfrutaba de sus momentos de soledad. El invernadero significaba para ella la protección durante los inviernos de Nueva Inglaterra: algo así como un paso intermedio entre el jardín a cielo abierto y la seguridad del hogar. Aunque las obras de 1916 en The Homestead hicieron que se perdieran muchos de los elementos arquitectónicos originales —se conservaron, por ejemplo, el marco de la ventana del dormitorio de Emily Dickinson, y la puerta original de la casa—, que en los últimos años se han recuperado gracias a hemerotecas e investigaciones.

Ahora es el turno del invernadero de Emily Dickinson. Los responsables del museo estiman en 300 000 dólares la cantidad necesaria para ponerlo de nuevo en marcha: 100 000 dólares para su reconstrucción, y otros 200 000 dólares para su mantenimiento en los próximos años, incluyendo las plantas y la atención. Uno de los miembros del consejo del museo ha donado 100 000 dólares, y se ha previsto una cantidad similar como suma de otras aportaciones, pero todavía se necesita una tercera parte del presupuesto total. En la página web del Museo de Emily Dickinson desglosan a qué se dedicará cada cantidad, e incluyen también el enlace directo al proceso de crowdfunding para aportar un granito de arena —o un poco de tierra— que ayude a recuperar el invernadero que tanto inspiró a Emily Dickinson.

 

En mi jardín avanza un pájaro
sobre una rueda con rayos—
de música persistente
como un molino vagabundo—

jamás se demora
sobre la rosa madura—
prueba sin posarse
elogia al partir,

cuando probó todos los sabores—
su cabriolé mágico
va a remolinear en lontananzas—
entonces me acerco a mi perro,

y los dos nos preguntamos
si nuestra visión fue real—
o si habríamos soñado el jardín
y esas curiosidades—

¡pero él, por ser más lógico,
señala a mis torpes ojos—
las vibrantes flores!
¡Sutil respuesta!