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Zuckerman encadenado

19 de marzo de 2013. José Martínez Ros

No es necesario presentaros a Philip Roth (1933), una institución de las letras norteamericanas, un titán literario que ya ha recibido prácticamente todas las distinciones y premios que se pueden otorgar a un escritor en el ancho mundo –excepto el Nobel, y cada año, tras el veredicto de la Academia Sueca, la pregunta inevitable que siempre se hace alguien en voz alta es “¿y por qué demonios no se lo han dado ya de una vez a Philip Roth…?"-. Zuckerman encadenado, una de sus obras más celebradas, y según Harold Bloom, quizás la mejor, es una recopilación de cuatro novelas cortas protagonizadas por el álter ego literario de Roth, Natham Zuckerman, así que podríamos definirla, de modo provisional, como cuatro historias sobre un escritor judío en los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX.

He añadido a escritor el adjetivo “judío” no porque Zuckerman / Roth sea especialmente devoto o siga a rajatabla los mandatos bíblicos –más bien, todo lo contrario-, sino porque la relación con su comunidad es uno de los temas principales de este libro. Así, Zuckerman pasa de hacer enfadar a su padre con sus primeros relatos en los que satiriza la vida cotidiana de un barrio predominantemente judío en una pequeña ciudad norteamericana a horrorizar al conjunto de su familia, y a buena parte de sus lectores, con su best-seller, Carnovsky (un trasunto de una muy famosa novela de Roth, El lamento de Portnoy) en el que narra con abundantes notas de humor y sexo su educación sentimental. Aunque también podría haber escrito “heterosexual”: el sexo, y quizás también el amor, aunque eso es más discutible, es otro de los centros de estas cuatro obras, ya que Zuckerman se-casa-se-divorcia-se-lía-con-una-amante-y-la-deja-por-otra continuamente. Roth tiene cierta fama de misógino, al menos entre la crítica feminista, pero la lectura de este libro no me ha parecido que la justifique. Las múltiples peripecias sexuales-sentimentales de Zuckerman dan de él una imagen bastante lamentable de perenne inmadurez emocional. Si Zuckerman es un autorretrato de Roth, se trata de un autorretrato feroz e inclemente.

De las cuatro novelas que componen Zuckerman encadenado, mi preferida es la primera: La visita al maestro, una sutil y astuta parábola sobre la creación –muy al estilo Henry James- en la que un joven Zuckerman visita en su casa de campo a un viejo escritor que admira, Lonoff. Allí conoce a una bella, y un tanto perturbada, muchacha que cree ser, nada más y nada menos, Anna Frank, la famosa niña víctima del Holocausto. Es una pena que Roth no se atreva a llevar su historia hasta sus últimas consecuencias (lo que muestra, por otro lado, que no se siente nada cómodo cuando juega con elementos fantásticos/oníricos como muestra su muy fallida La conjura contra América).

A continuación llegan Zuckerman desencadenado y La lección de anatomía, que podrían resumirse en: Zuckerman se hace rico y famoso con sus libros, se ve envuelto en un montón de relaciones conflictivas, es insultado por críticos hostiles y asediado por chiflados y groupies atraídos por su fama y, encima, sus padres se mueren, su salud se tambalea y, en definitiva, cae en picado. Hay páginas estupendas en estos dos libros junto a otras en las que, impaciente, el lector siente el impulso de zarandear a Zuckerman / Roth y gritarle: ¿no te cansas de tomar siempre la decisión equivocada, capullo?

Y terminamos con La orgía de Praga, un cierre magnífico: Zuckerman viaja tras el Telón de Acero, a la Checoslovaquia comunista para intentar hacerse con los escritos inéditos de un desconocido autor judío asesinado por los nazis y que tal vez sea tan grande como Kafka. Roth nos sumerge con pericia en un mundo claustrofóbico de hogares plagados de micrófonos, burocracias inmensas e impersonales y personajes despojados de su dignidad por la aplastante situación política que recuerda al de la famosa película alemana La vida de los otros. Y si, también hay bastante sexo. Tratándose de Zuckerman, no esperábamos menos. 

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