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Regresar

09 de abril de 2013. Alan Queipo

Dominique A no fue calvo toda su vida. Una vez tuvo 11 años, fue preadolescente y vivió en Provins, aquel sitio que le vio nacer y que cogió como símbolo revulsivo para tener algo que odiar. Y si bien el acto en sí de pensar en mutar a Ané en una suerte de Carlos Alcántara de la Francia de hace algo más de treinta años podría parecer difícil, no lo es. Y no porque de chaval vistiera con pantalones de campana, sino porque el estado de revisión infantil a la que se somete en este primer libro que escribe es una alegoría del pasado y, sobre todo, un psicoanálisis confesional que emite a viva voz y sin filtros.

Regresar es la particular sesión de terapia en formato confesionario público, visceral, narrativo y poético que conecta tanto con el análisis historiográfico de una autobiografía breve y selectiva como el peculiar grito de redención a la que somete a sus fantasmas, aquellos a los que ha obligado a denostar y esputar sus orígenes durante décadas. Una avanzada pero breve carta de redención que Dominique Ané (Dominique A para el grueso del Planeta Tierra) escribe a sus orígenes: un viaje de vuelta por el que busca comprender las claves de sus prejuicios y rechazos al territorio que lo vio crecer, que por primera vez lo hizo cantar y por el que forjó sus primeras amistades y que, sin embargo, ansiaba abandonar. Una muralla, la de la ciudad y la de su psicología, que forjaron una personalidad intromisiva, confesional sólo musicalmente y por la cual busca encontrar redención a través de este pequeño libro-diario que escribe.

Dominique A se hace un Bárbara Rey en toda regla: amar y odiar a partes iguales a su origen rural; en este caso el de la Francia profunda, de provincia conservadora, que le hace bullying, que no comprende sus aptitudes y de la que huye despavorido Nantes arriba para convertirse en uno de los renovadores de la canción alternativa gabacha. Y si bien se echan de menos más anécdotas de aquella vitalidad juvenil, la naturaleza constructiva del relato que el francés emite lo redime de sus odios perennes para dúctiles reconciliaciones posteriores. Sin pecado concebida.

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