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Pertinaz freelance

12 de diciembre de 2016. Alan Queipo

¿Pasa facturas el poeta, sumando el IVA y restándole el IRPF? ¿Propone versos asonantes para la construcción de un sueldo autónomo? ¿Cobra a 30 o 90 días los temas que, bajo el influjo de la narrativa florida, lanza el freelance a su editor en jefe? ¿Esconde mensajes en clave, como aquel del Tentaciones, el plumilla en pos de una venganza en pijama, con la ventana entreabierta de su cuarto en verano, mientras arrejunta pertinaces artículos ricos en prosa y en vitamina autónoma? ¿Se puede ser una rockstar del periodismo narrativo, del análisis crítico, de uno de los medios más importantes del país estando en calzoncillos y pantuflas articulando ideas y esperando para cobrarlas? ¿Sueñan los autónomos con cobros eléctricos?

En el caso de Sergio C. Fanjul, una de las firmas menos solemnes, más inquietas y renovadoras de las que impactan en las diferentes secciones y/o suplementos de las artes y las ciencias (como el monumento valenciano) de El País, sí a todo. Si no tuviera uno dentro del propio poemario, su Pertinaz freelance sonaría a manifiesto irónico-sarcástico contra la eterna espera, contra el impuesto no-revolucionario del autónomo, contra la dinámica enfermiza del trabajador 2.0, contra el sufrimiento periódico y doméstico de esta (marginal) clase de trabajadores, contra el ahora desde el ahora para el ahora-mismo.

Con algo de Paco Umbral pero también de la literatura de compañeros generacionales como Manuel Astur, María Yuste, Ben Clark, Sabina Urraca o Juan Soto Ivars, su poesía, como ya lo demostró en poemarios anteriores (La Crisis: econopoemas, Otros demonios e Inventario de invertebrados) abre el campo temático de un género eternamente dedicado al angst juvenil, al desencanto amoroso, al dolor de la pérdida: Sergio C. Fanjul se erige como un Chapulín colorado del universo freelance (¡sólo él podrá defenderlos!) y dispara desde una especie de poesía documental, con algo de crítica social y de floritura narrativa humorístico-sarcástica, contra el ritmo de los acontecimientos 2.0, los del freelance (o autónomo), motor en silencioso ruido de las industrias a las que les facturan y los fracturan.

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