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Los Zelmenianos

10 de enero de 2017. Sra. Castro

Con el año ya casi llegando a su final, esta lectora viene presurosa a recomendarles la que es sin duda una de las mejores lecturas de 2016. Añadan este título a su lista de libros pendientes o regálenselo estas navidades, sea como sea no dejen de leer Los Zelmenianos.

Los Zelmenianos es una increíble novela del escritor bielorruso en lengua yiddish Moyshe Kulbak. En ella cuenta las vicisitudes de los habitantes del patio de reb Zélmele, patriarca de una numerosa progenie de tradición judía que debe enfrentarse a los problemas de la convivencia propios de una familia numerosa, donde todos se consideran con derecho a inmiscuirse en la vida de los demás; al tiempo que enfrentarse a los vientos de cambio que la revolución bolchevique trae consigo.

Matrimonios, observancia de los preceptos religiosos, enamoramientos, enfrentamientos familiares, muertes, la llegada del progreso en forma de radio y electricidad y conflictos generacionales son algunas de las cosas que suceden en el patio de reb Zélmele.

Moyshe Kulbak abordó los problemas de los zelmenianos con un fino humor que no por ello deja de señalar las cotidianas tribulaciones de la existencia, incluso puede que las subraye. Un humor que vibra ya en los títulos de los capítulos: “Prólogo acerca de una cuchara”, “Un trino de pájaro suficiente para el zelmeniano medio”, “Jáyele, ¿dónde has puesto la vasija para kosherizar la carne?” y que hará disfrutar al lector inteligente no menos que el preciosismo de la prosa de Kulbak.

El escritor bielorruso se sirve de un lenguaje ingenuo, incluso coloquial, con el que construye las imágenes más hermosas que imaginarse pueda. Su narrativa bebe claramente de las vanguardias, unas veces del futurismo, «El sol latía como un generador diésel», «Era una noche callada, tan callada que se podía oír el susurro de la electricidad sobre el pavimento.», y otras del surrealismo, «la olvidada máquina de coser (...) arrinconada con sus desgarbadas costillas metálicas al aire, como el desenterrado esqueleto de un oficio anticuado». Pero aunque las vanguardias pedían la muerte del claro de luna, Kulbak describe a menudo el patio de los zelmenianos bajo su luz, cuyos dedos acarician los cristales de las ventanas. De esta manera compone un texto lírico pero moderno, hermano de esos otros fascinantes de Andréi Platónov o Mijaíl Bulgákov.

Los Zelmenianos se ocupa del final de una época. El patio de reb Zélmele es la vieja Rusia, pero es también la tradición judía. A lo largo de la novela presenciamos su decadencia. Milenaria y decrépita, no tiene fuerzas para enfrentarse a las mil novedades y, además, tiene al enemigo en casa. El narrador llama «bribones» a los zelmenianos jóvenes que se han unido al Komsomol, pero no son solo los jóvenes los que deciden seguir la corriente de los tiempos.

El conflicto entre lo nuevo y lo viejo («Yo estoy a favor de la electricidad, pero en casa de otros», dice uno de los personajes), entre tradición y modernidad, entre padres e hijos, recorre las páginas de Los Zelmenianos. Aunque siempre tratado con cierta jocosidad, no por ello deja de ser un conflicto.

«El tío Itche, a través de una rendija en su cerebro aún adormecido, pensó horrorizado que estaba claro: su vida anterior, la casita baja, la lámpara del n° 8, el atizador del horno, las antiguas tradiciones judías, se estaban vengando de él:
—¡Te vas a enterar! —le decían.»

Irónica y tierna, vanguardista y lírica, sentimental y jovial, así es esta novela familiar que ya están tardando en leer.

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