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Los siete hermanos

15 de agosto de 2016. Sra. Castro

Los siete hermanos es la obra literaria finlandesa por antonomasia y Aleksis Kivi es considerado como el padre de las letras finesas. Sin embargo, en el momento de su publicación, la novela no tuvo una buena acogida por parte de la crítica. La obra había sido escrita en finés y no en sueco, que era la lengua culta del momento. Además, trataba sobre la vida de unos simples campesinos, en un entorno rural, y la sencillez y el realismo de sus temas no fue del agrado de las élites intelectuales. Esto último no deja de ser curioso porque Los siete hermanos apareció publicada en 1870, cuando el realismo ya era una corriente más que asentada en casi toda Europa. De modo que se puede decir que la novela fue también pionera en introducir el realismo en Finlandia.

La novela cuenta la historia de los siete hermanos de Jukola, siete jóvenes que, al morir su madre, deciden abandonar su granja natal para irse a vivir a los bosques. Los jóvenes tienen un carácter indomable y rebelde y los encontronazos con sus vecinos, sumados a su incapacidad para aceptar las reglas que la sociedad impone, les decide a emprender una vida independiente y solitaria.

En el bosque, los siete hermanos construyen una cabaña y viven de la caza, pero su falta de previsión y su carácter destemplado les meten en líos una y otra vez. En cada ocasión, los hermanos prometen enmendarse, pero nunca tardan mucho en volver a las andadas. Finalmente, después de una década de rodar por los bosques y de muchas experiencias, los hermanos acabarán por escarmentar y sentar la cabeza. Jóvenes y robustos, los hermanos levantarán una próspera granja y llegarán a convertirse en pilares de su comunidad.

Por la manera de ser de sus protagonistas y por las mil peripecias que les suceden, Los siete hermanos es una novela preñada de un sentido del humor sano y sencillo. La manera en que se retrata la relación entre los hermanos —las afinidades entre algunos de ellos, la forma en que se establecen alianzas o la forma en que el grupo se percibe a sí mismo y a cada uno de sus miembros— es por completo fidedigna y da fe de las buenas dotes de observación de Aleksis Kivi. Cualquier lector miembro de una familia numerosa reconocerá ese cariño algo malévolo con el que suelen tratarse los hermanos jóvenes que viven bajo el mismo techo.

A pesar de todos los errores que cometen los hermanos, a pesar de que con frecuencia se muestran violentos o intemperantes, el libro jamás se muestra moralizante. Ni siquiera cuando los hermanos de Jukola deciden por fin comportarse y abandonan su vida díscola. La virtud de la narración está en no juzgar jamás a sus protagonistas, limitándose a describir las aguas procelosas del alma humana.

Aleksis Kivi fue autor teatral y Los siete hermanos tiene en sus diálogos un rasgo distintivo que la acerca a una obra de teatro. El narrador jamás interviene en ellos, no hace la más mínima acotación o apunte. De esta manera el texto aparece dividido de forma muy diferenciada entre partes narradas, siempre breves y que sirven para presentar las distintas situaciones, y diálogos, por lo general bastante extensos. Esta peculiaridad, que al principio puede sorprender, pronto se revela como algo tan genuino de esta obra que sin ella no se entendería. Porque los diálogos entre los hermanos se bastan y se sobran para dar no sólo el contexto de la historia, sino también el carácter de los personajes.

Esa característica sorprende gratamente y da la medida de la capacidad como escritor de Aleksis Kivi. Sin necesidad de aclaraciones, descripciones ni prolijas zambullidas en las mentes de sus personajes, logra dar a cada uno de ellos una personalidad e idiosincrasia propias, simplemente a través de los diálogos. Juhani, el mayor, es temperamental y se enorgullece de su condición de primogénito. Simeoni es un tanto místico. Eero, el menor, es inteligente y mordaz. Lauri es solitario y reflexivo... Todos ellos son personajes de una pieza, distinguibles, pues sólo de esa forma las alianzas y las tomas de partido que tienen lugar entre los hermanos —uno de los aspectos más interesantes de la novela— podrían apreciarse.

Todavía hay más cosas buenas en Los siete hermanos. Aleksis Kivi mezcla registros a lo largo de la novela con una soltura que prefigura al mismo James Joyce. Un estilo épico y grandilocuente convive con un estilo bíblico y el lenguaje popular, pasando de uno a otro con sutileza y buen tiento. Aunque esos cambios de registro se disfrutan porque embellecen la narración, nunca son torpes ni forzados y logran crear un todo armónico que resuena con un voz única y potente que la traducción de Ursula Ojanen y Joaquín Fernández respeta y conserva.

Una obra singular y fresca que nos permite conocer un poco mejor la lejana Finlandia.

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