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La gigantesca barba que era el mal

22 de abril de 2014. Alan Queipo

Decía el ex-boxeador argentino Ringo Bonavena que "la experiencia era el peine que te regalan cuando te quedas calvo". En el caso de Dave, el protagonista del debut en la novela gráfica del ilustrador Stephen Collins -fogueado en mil batallas como dibujante para proyectos editoriales-, la experiencia es el peine que te regalan cuando te empieza a crecer el pelo. En su caso, la diferencia entre crecer y generar un desbordamiento dramático y bestial de su vello facial no pasaba por no depilarse, sino por servir como un ambiguo símbolo entre la rebelión de las especies y la dictadura de la rutina, entre el terror que genera en ciertas sociedades el cambio y las crónicas campañas por hacer del estado de bienestar un rechazo congénito a aprender y querer mirar “lo otro” no como “lo feo y lo malo”, sino como una alternativa cohabitable.

A diferencia del apelativo que utiliza la comunidad gitana para referirse a la comunidad latinoamericana en nuestro país, este payo peludo lo era de verdad. La pena es que, en el país de los lampiños, el peludo no era ni el rey ni el rebelde, sino el símbolo del temor y el terror, lo desconocido, lo raro e imposible, la diferencia, la revolución silenciosa. Stephen Collins consigue simbolizar en Dave, el peludo por sorpresa, los bloqueos de las sociedades occidentales, simbolizando en Aquí (la ciudad donde viven) y Allí (la frontera “prohibida” y desconocida) la contraposición de la diferencia y la distancia, del miedo a “lo otro”, casi como una recomposición de lo que se intentó plasmar en películas que van desde lo esotérico y paranormal (Los Otros) a dramas sectarios (como El Bosque).

La gigantesca barba que era el mal podría ser el título de un ensayo sociológico anti-hipster, pero es una metáfora de la sociedad de consumo occidental embutida a hierro en una novela gráfica sinuosa, con pretensiones de fábula con moraleja y casi un experimento que moderniza al mismísimo Frank Miller de Sin City con adherencia a la filosofía lírica de Franz Kafka o el Roald Dahl de sus historias más naif pero con una base metafórica y una estructura tanto ética como estética más desarrollada.

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