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La formidable invasión mongola

30 de noviembre de 2015. Marco Ascione

Han tenido que pasar más de dos años para que volviese a casa. El hijo pródigo está aquí y, con suerte, no volverá a irse. Querida cabeza, si pensabas que te habías salvado y que estabas a punto de recuperarte de las infinitas secuelas que te había causado la lectura de obras como Reproducción por mitosis o Fraction... bueno, lo siento. Lo siento mucho. Sí, prended fuego a lo primero que veáis, destrozad coches y levantad altares. Shintaro Kago ha vuelto.

En La formidable invasión mongola, Kago (el apellido más justo que se puede tener) se aleja bastante de sus trabajos anteriores, dejando de lado el eroguro más extremo y los ejercicios metaficcionales y de subversión de géneros para presentarnos un relato cronológico que va desde el nacimiento del imperio mongol de Gengis Kan hasta prácticamente el inicio de la II Guerra Mundial. Pero, ¿de qué va exactamente la nueva locura del japonés? Fácil. Desde la época de los mongoles se han podido encontrar cuerpos de gigantes, considerados dioses, cuyas manos podían amputarse y ser usadas primero como monturas y luego como motor de cualquier vehículo. Espera, ¿había dicho fácil? Kago reconstruye los acontecimientos, los descubrimientos científicos, las guerras y las crisis económicas más importantes de nuestra historia de forma impecable centrándose en cambiar únicamente pequeños detalles sin importancia: la máquina de vapor, el motor eléctrico, la cadena de montaje, los coches, toda la industria bélica... todo, absolutamente todo tiene a los caballos mongoles como fuente de energía.

Sin duda alguna lo mejor de La formidable invasión mongola es ese humor ácido y pasado de rosa que usa Kago —que ya es marca de la casa— para proponer su propia visión del ser humano en todo su abanico de posibilidades. Son muchos los personajes históricos que van pasando por el photocall de la fiesta que Kago se ha encargado de montar y cada uno de ello sirve de ejemplo del comportamiento humano: Vasco de Gama a partir de ahora será recordado un navegante inepto e incapaz de controlar su mal de mar, llegando incluso a crear un lenguaje propio a través de la comunicación por vómito. James Watt es un rencoroso enfermizo que llega al orgasmo sexual al detectar los fallos —tanto de objetos como de personas— de todo aquello que pasa por sus manos y sus piernas. Henry Ford es otro loco que ha encontrado aplicaciones más carnales que mecánicas a su cadena de montaje... Lo dicho, una crónica meticulosa y fidedigna de la historia del hombre hasta mediados del siglo XX pasada por el filtro Kago.

Es verdad que La formidable invasión mongola probablemente no sea el mejor trabajo de Shintaro Kago. No rompe moldes, no juega con el medio y no te golpea la cabeza de forma neumática hasta hacerla estallar. Aun así no hay que desmerecer esta obra que funciona a las mil maravillas como sátira social y política punzante e hilarante a partes iguales. La historia y lo marciano fusionados. El lado oscuro del hombre sublimado a través de lo absurdo. Me quito el sombrero. Bravo, Shintaro, lo has vuelto a conseguir.

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