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Humillados y ofendidos

17 de mayo de 2011. Sr. Molina

Quizá un tanto desconocida, Humillados y ofendidos es una de las más grandes novelas de Dostoievski (al que hay que atribuir unas cuantas obras maestras). Como en casi todas sus obras, los desamparados se dan cita en una trama turbulenta y llena de tristeza, aunque en este caso encontramos una cierta luminosidad que parece arrojar alguna esperanza sobre el destino de algunos protagonistas.

El comienzo es, desde luego, poco tranquilizador: un joven escritor, Iván Petróvich, redacta unas páginas autobiográficas en su lecho de muerte; aunque no sabe muy bien el sentido de su propósito, decide dejar por escrito la historia de sus últimos meses, en los cuales se suceden multitud de acontecimientos que le implican tanto a él como a una serie de allegados. Su familia de adopción, los Ijméniev, se ve golpeada por la mala fortuna al escaparse la hija del matrimonio, Natasha, con el hijo del príncipe Valkovski, un aristócrata orgulloso con una necesidad acuciante de fortuna. El joven es un lechuguino inocente y veleidoso que, pese a amar a Natasha, la pone en la situación de arruinar su futuro y la relación con sus padres. Iván intentará mediar en esa situación a la par que se ocupa de una niña a la que arranca de las garras de una proxeneta sin escrúpulos; ambas tramas le pondrán casi siempre en el ojo del huracán y se convertirá en observador indeseado de los conflictos que se irán desatando a lo largo de la novela.

Como suele ocurrir en las novelas del maestro ruso, los personajes están aquejados de un fatum realmente tenebroso. El propio Iván, mero espectador (y narrador) de los acontecimientos, como confiesa al principio, se ve abocado a la muerte por la falta de dinero para costearse un apartamento caliente donde poder reposar; Nikolái Ijméniev se enfrenta no sólo a la huida de su hija, sino a una demanda en extremo onerosa que Valkovski le inflige sólo por venganza y afán de dinero; Natasha sabe que Iván es el hombre que le conviene, pero se ve arrastrada por la turbulenta pasión que le provoca Alexéi Valkovski… A priori sólo cabe pensar que todos los protagonistas son humillados y ofendidos de una manera u otra, convirtiéndose así en marionetas destrozadas de un destino funesto e implacable.

Sin embargo, a pesar de tanta desdicha y dolor (y hay mucho, créanme), encontramos en Humillados y ofendidos un cierto tono de esperanza que redime a todos esos desdichados personajes. No se trata de capacidad de salvación, sino de una suerte de redención moral que les eleva por encima de las miserias que les rodean. Iván, por ejemplo, no ceja ni un momento en su afán por ayudar a Natasha a volver a casa y reconciliarse con sus padres; pese a ser consciente de lo imposible de su amor por ella, su entereza es tal que le convierte en una figura casi épica, mayestática por su capacidad de perdón y sacrificio. Como digo, esto no se traduce en un destino más misericordioso, sino en unas personalidades que presentan una bondad más allá de lo común. Las últimas palabras de Natasha («¡Hubiéramos podido ser siempre tan felices!») dan cuenta de la grandeza de unos personajes que por un motivo u otro, son, sin embargo, desgraciados en extremo.

No me cabe duda de que Humillados y ofendidos se puede contar entre las creaciones más grandes de Dostoievski, casi a al altura de un monumento literario como es Crimen y castigo. Si, además, tienen la oportunidad de hacerse con la maravillosa traducción que ofrece Alianza, saborearán una novela que les deparará muchos momentos de plácida lectura. Háganse ya con ella.

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