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El viaje a pie de Johann Sebastian

02 de marzo de 2015. José Ángel Sanz

Dos padres, separados y enfermos, necesitados de cuidados. Cinco hijos, todos varones, el último de ellos, el narrador, nacido a mediados de los años 70. Un país, España, que ha habitado los sucesivos estadios del desarrollismo, la transición, el apogeo económico de finales de los 90 y comienzos del siglo XXI y la posterior y vigente crisis. Este es el escenario en el que Carlos Pardo sitúa su novela más autobiográfica, varios pasos más allá de Vida de Pablo (2011), su primer asalto al género.

Su personaje contempla el cuerpo decadente que es hoy su familia, terminales los dos pilares que la sustentaron durante tantos años, sus padres, aunque ni mucho menos su relación fuera idílica ni su ejemplo deseable, en especial el de su padre. Es cuando se convierte en imprescindible el cuidado a la inversa, de los padres a los hijos, esa obligación moral, cuando afloran reflexiones y brota una historia repleta, como es habitual en el autor, de digresiones. Reflexiones sobre la conciencia de pueblo, eso que llamamos generación y la juventud, sea lo que sea esa perversa construcción mental.

Ya éramos anacrónicos cuando nos creíamos modernos. O no es que hayamos superado la juventud, es que la juventud no se ha cumplido. Carlos Pardo incursiona en sus años de infancia y de definición adolescente, reflexionando en voz alta, en nombre de toda esa generación que, pasados los 35, va camino de convertir su hasta ahora aceptada precariedad en pobreza estructural. Puede que vital. ¿Es El viaje a pie de Johann Sebastian un texto político? No más que cualquier otra novela que hable del presente y con tanta vocación de actualidad. ¿Pretende ser rotunda? Tampoco, ni mucho menos.

Si es difícil narrar desde dentro una familia, si es complejo desentrañar esa red de afectos, voluntades, ilusiones y destinos cumplidos o incumplidos, qué decir si la ambición es además encontrarle un sentido a una vida post-traumática.

Hay en esta novela dos relatos, similares a grietas en la que sería una estructura tradicional en el género, por las que Pardo deja entrar luz, oxígeno para sus palabras. En el primero se narra el recorrido a pie que da nombre al libro, una exigente metáfora con numerosas lecturas. En el segundo, la madre habla en primera persona en un texto con forma de diario. Son el cuarto y el sexto de los siete episodios totales. Ambos dinamitan la acción, rompen, iluminan, insinúan. La audacia de Carlos Pardo es un proyectil que va directo hacia los cánones del género. También por eso merece la pena leerlo.

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