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Cuentos inquietantes

21 de febrero de 2012. Sr. Molina

Escritores de misterio o terror los hay por centenares; muchos de ellos son figuras del género y han legado a la historia de la literatura piezas de indudable maestría. Ambrose Bierce se suele incluir en esta clasificación, si bien puede que no a la altura de otros autores como Poe, Lovecraft, etc.; su estilo irónico y desencantado posiblemente haya influido en su consideración como escritor más adulto, arduo o profundo. Y, sin embargo, ese espíritu inconformista y crítico hacen de estos Cuentos inquietantes un ejemplo magistral de la literatura de horror: un horror encarnado en fantasmas, espíritus o presencias perturbadoras, pero siempre arraigado en el alma humana, en nuestro interior.

Los relatos de este volumen se caracterizan por presentar unos personajes marcados por sus debilidades, por sus secretos, por sus vicios o por sus limitaciones; los protagonistas son víctimas, sí, de unas fuerzas que parecen sobrenaturales (y en muchos casos lo son, sin más), pero Bierce se las ingenia para insinuar algo más: puede que esas personas sean víctimas precisamente debido a esas grietas en su personalidad. Sus personajes asisten a apariciones, o se ven amenazados por entidades sobrenaturales, pero en mitad de esas increíbles situaciones casi siempre tenemos la percepción de que su flaqueza, su falta de resolución o su incertidumbre son la clave que les ha llevado a verse en semejantes aprietos.

Pienso en un relato como “El hombre y la serpiente”, en el cual un joven jactancioso y seguro de sí mismo se topa con una antigua creencia que contradice todo aquello en lo que cree; el narrador le define como un hombre de gran sentido común, pero las circunstancias pronto nos llevan a inferir otra cosa bien distinta. Bierce pone a este vanidoso personaje en una situación apurada, lo cual nos permite observar cómo se desenvuelve ante un peligro: su primera intención es llamar a un mayordomo, dado que no concede mayor importancia al asunto. Sin embargo, al final será su propia flaqueza —la presunción— lo que le convierta en un ser débil ante un oponente… inexistente.

Otro tanto sucede con el relato que abre el volumen, “El camino a la luz de la luna”: el asesinato de una mujer, hecho acaecido en un remoto paraje alejado de todo, se narra a través de las voces de tres personajes implicados en el suceso. Según avanza la narración vamos descubriendo detalles acerca del crimen, pero también descubrimos facetas de todos los protagonistas del caso: sus miedos, sus recelos y sus mentiras, todo lo cual es, en realidad, mucho más importante que el mero hecho de descubrir a un asesino.

La maldad implícita en el ser humano está presente en varios de los relatos: muestras de ellos son “El secreto del barranco de Macarger” o “Uno de los gemelos”. Como decía antes, en ellos Bierce pone de relieve las facetas oscuras del alma, que tienen una representación física en la aparición de entes o hechos más allá de la comprensión cabal. No obstante, lo sobrenatural, aunque siempre presente, no esconde la verdadera dimensión del mal: un mal que anida en el propio hombre, no en fantasmas o espectros. Para el escritor estadounidense, el horror sobrenatural es una encarnación de un mal interior, psicológico, que se manifiesta en formas inconcebibles, pero que tiene mucho de real.

Cuentos inquietantes es una colección de relatos excepcionales, que no defraudará a los lectores exigentes, gusten del género que sea. Si aún no han descubierto a Ambrose Bierce tienen que apresurarse para subsanar esa carencia.

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