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El mapa y el territorio

25 de octubre de 2011. José Martínez Ros

Hay que ser un fan realmente acérrimo de Michel Houellebecq para no percatarse de los númerosos defectos de El mapa y el territorio, su nueva propuesta narrativa. Se centra esta vez en Jed Martin, un artista de extracción burguesa y en continuo ascenso; incapacitado, como todos los protagonistas del francés, para establecer relaciones humanas satisfactorias (de hecho, la más prolongada de la novela es con su propia caldera), a excepción de su amistad con… Michel Houellebecq, que comparece en su obra con un agridulce autorretrato que acaba en un baño de sangre al más puro estilo giallo. Las muchas taras de El mapa y el territorio no impiden, por muy paradójico que resulte, que sea la más ambiciosa y, con toda probabilidad, la mejor de su autor, sólo comparable a Las partículas elementales (aunque considero que Plataforma está algo infravalorada) y, desde luego, a varios años luz de la dispersa y, ligeramente idiota, La posibilidad de una isla. Entre los defectos más objetivos cabe destacar que buena parte de sus trescientas-setenta-y-pico páginas transcurren con pesadez debido a una prosa aún más gris y burocrática de lo habitual en el autor; si bien es cierto que, de vez en cuando, una reflexión de acerado nihilismo o una situación extrema –dos de las especialidades de Houellebecq- despiertan al lector inocente, si es que hay alguno, y lo vuelven a enganchar a la narración. Otro, más grave, pero también más discutible, se refiere a la estructura y, en general, al diseño de la novela: he leído que algún crítico la califica de “compleja”; de igual manera se la podía llamar informe. Pero las hipotéticas sombras quedan más o menos ocultas bajo la monumentalidad de una obra que pausada, pero firmemente, traza una autopsia melancólica del fin de la era industrial en Europa y su conversión en un centro turístico global, de la invencible banalización del arte contemporáneo, de la decadencia de la familia y de la falta de autenticidad del deseo o el amor en los albores del tercer milenio… entre otras muchas cosas.

El sexo, sin embargo, uno de los ingredientes habituales de su caldero novelístico, se muestra ausente, quizás por considerarlo un tema agotado tras la explosión de Plataforma. La investigación policíaca que ocupa parte del último tercio del libro desconcierta: da lugar a algunas de sus mejores páginas, y a un personaje –que recuerda un poco al Maigret de Simenon-, el comisario Jasselin, que se gana de inmediato al lector, pero resulta difícilmente explicable en lo que se refiere a necesidad y lógica narrativa. Es posible que Houellebecq encontrara divertido asesinarse en su obra, pero es más dudoso que a la novela le hiciera falta.

Como el mismo Houellebecq ha reconocido en diversas entrevistas, con una lucidez que no ha debido hacerle muy popular entre sus colegas de las letras galas, no ha necesitado demasiado para convertirse en el mejor escritor francés, no ha tenido excesiva “competencia”; en un panorama dominado por solemnes mediocridades como Le Clézio, Beigdeber y Cia, sólo el zigzagueante Echenoz le podría disputar el trono, a pesar de sus obvias deficiencias literarias; Houellebecq escribe como un poeta (en raras ocasiones) y un sociólogo (casi siempre), raramente como un novelista, y muchas veces uno tiene la impresión de que no tiene demasiado apego por sus criaturas. Es probable, no obstante, que sea un factor menor. Al final, el rebelde Houellebecq ha ocupado un extraño lugar como continuador de la tradición de Maître à penser, el intelectual “oficial”, de la sociedad francesa que va de Voltaire a Sartre, de Baudelaire a Camus, un epígono final y su máximo crítico. En El mapa y el territorio es, repetimos, y a pesar de todo, la mejor novela que ha escrito Houllebecq y quienes lo aman (y también, probablemente, quienes lo odian) encontrarán en sus páginas argumentos de sobra para mantener su opinión.

Comentarios en estandarte- 6

1 | Adriana Dos Santos 25-10-2011 - 19:33:42 h
¿Lo que antecede es una RECOMENDACIÓN? Menos mal...

2 | pepino 13-12-2011 - 12:52:10 h
De acuerdo en casi todo. Sólo un apunte; puede que parte de la culpa de "...una prosa aún más gris y burocrática de lo habitual en el autor" la tenga la floja traducción. Hay errores de bulto, en serio.

3 | Elano jugador de Brasilia 09-02-2012 - 00:37:01 h
Matutino dijo que lo que aquí se presenta es un coche rojo

4 | manu saltillo 19-02-2012 - 03:56:18 h
De acuerdo con la crítica, no "engancha"...algo tedioso,,

5 | pet 04-03-2012 - 22:39:43 h
Página 120. Abandono. Será la traducción, el autor, yo o los tres. Pero me aburre este tipo.

6 | Carmen Salazar 06-01-2015 - 15:56:29 h
Es lo único que leí de él . Tedioso