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La mano invisible

06 de diciembre de 2011. Carolina León

A menudo hemos visto películas u otras ficciones enmarcadas en un ámbito laboral, sea éste una redacción, una fábrica o una oficina de publicistas. A menudo esas ficciones se basan en el relato de las intrigas personales, las bajas pasiones, los sentimientos entre los personajes y otras subtramas que nos llevan a sus condiciones de vida y familias. El trabajo es un decorado, una nota pintoresca, o una más que una de las facetas de sus vidas, que es como además solemos pensar el trabajo en nuestras propias vidas. No es esto lo que en esta novela encontramos: bajo una mirada vacía, analítica, Isaac Rosa revisa en La mano invisible algo tan prosaico como el trabajo, y lo hace único tema interior.

Toma pues un albañil, un mecánico, un carnicero, una costurera, una operaria de cadena fabril, una telefonista, un informático y otros oscuros seres sin nombre, y los pone a convivir en un espacio común, a la vista de todos, tal cual sucedería si se tratase de un grupo de insectos dentro de un terrario acristalado. Ejemplares, símbolos, arquetipos, Isaac Rosa inventa y escribe las reacciones y evoluciones de sus personajes como haría un entomólogo frente a sus sujetos de análisis. Los trabajadores están aislados, aunque juntos, en una nave, trabajando como lo harían en una empresa real pero sirviendo al entretenimiento de unos espectadores, como en un parque temático. Esta situación irreal, ilusoria, tramposa, es la ideada por el novelista para ponernos frente a frente con un tema que se suele obviar y es, nos pongamos como nos pongamos, uno de los motores del mundo. Cómo nos comportamos, qué nos motiva, por qué nos atamos a un puesto de trabajo, cómo reaccionamos ante determinadas situaciones, cómo generamos la dependencia, el conformismo o el miedo, en qué grado el ADN del trabajador viene inscrito por las generaciones precedentes, en qué grado reproducimos las relaciones de poder vertical de toda empresa con sus empleados…

Si bien al principio del libro tiendes a pensar que Rosa se limita a analizar el trabajo físico, el escalón inferior de la cadena laboral, esa idea se disuelve puesto que tiene el acierto de elegir ejemplos, tipos, complementarios, representando casi todos los sectores de la organización capitalista. Dedica a cada uno de esos seres un capítulo y hace avanzar una trama en la que ellos parecen explicar pero son en verdad explicados. El libro puede pecar de extenso o minucioso, pero en el correr de páginas va poniendo delante del lector la trama invisible que rige nuestras relaciones económicas y que somete los cuerpos y las mentes bajo sus leyes. Eso sí, de divertido, de amable o de cómodo, La mano invisible tiene poco, por no decir nada. Lo que no quita que, hoy por hoy, se hace lectura necesaria.

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