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Fuera del mundo
04 de octubre de 2011. David Cano
Álvaro atraía sin evidente porqué. El pelo lacio, quizá. O el traje negro. O más probablemente un aura, una irradiación de su persona. Era como si se pudiese adivinar que quien allí estaba te abriría puertas, te daría alientos para volar y haría que tu vida vibrase con resortes distintos.
La inmanencia seductora del precipicio, la querencia hacia lo profundo de un blanco cegador y oscuro y la visita al riesgo, al exceso, al límite, pero también al fulgor ardiente, vital, y a la consunción existencial, pulsional, vivida y revertida tanática, ululan desde el centro esencial del protagonista de esta novela de Luis Antonio de Villena publicada, entonces, en 1992, y recuperada, hoy, idónea, por Cabaret Voltaire poco antes de editar su ensayo Mártires de la belleza, por el que ya entrevistásemos al mismo aquí. En una revisión correctora y una vuelta a la novela, el autor de Sublime Solarium, este madrileño, buceador de perdedores tan próximo al culteranismo y a un conceptismo poemado, retrata de forma preciosista, y al tiempo amante anhelante decadentista, la relación de tres jóvenes amigos y una suerte de fascinación convergente y escapista desde una iniciación al ocaso. Cincela con una prosa refinada, en ocasiones torrencial, casi violenta, siempre brillante y lírica, el despertar tumultuoso a la consumición temprana de la vida, al goce intelectual, al enamoramiento súbito, al viaje de la experiencia y a la experiencia del viaje, a la intimidad mística y al coqueteo de los vecinos esplendor y miseria, muy característicos en la producción literaria de Villena.
Alternándose con la otredad de un narrador homodiegético, Luis Antonio de Villena -con su propio cameo inter e hipertextual en una de sus novelas, según dice y a pesar de ese Despierto de soles tan al de arriba alusivo, menos autobiográficas– sabe embelesar desde el principio con trazas narrativas que alimentan varios niveles literarios y que son intersticios muchas veces desde los que nos colamos en el erario de los poets maudits, fratías espartanas, episodios de policromías oníricas de surrealismo dulce, la embriaguez de la ataraxia epicúrea, elegías clásicas y un psicoanalítico y anhelado afán de pérdida, en lo profundo. Así que encontramos literatura dentro de la literatura, géneros dentro de un género, ensayo y poesía dentro de la novela y disposiciones relatistas y relativas varias. Y, por supuesto, encontramos sensualidad y también sexo que no entiende, ahora, de otro género, amantes esporádicos, pendencia, carnalidad, mística, droga, alcohol, noches vagantes, exuberancia de perfume y acre, escarceos, orgías, filosofía, abyección, sublimidad, plétora y oquedad, en una historia que narra el desfile del desfilante sobre el desfiladero y sus éxtasis quebradizos en un homenaje a Novalis y a Baudelaire. Ambientado en el Madrid que tanto le inspira y a finales del siglo pasado, Fuera del mundo está cargada de ese luciente malditismo. Desde la sombra de una muerte consabida y refulgente nos presenta a Álvaro, un paseador del abismo al que conocen Carlos y María en la universidad y con el que pronto compartirán sus inclinaciones e inquietudes. Su gusto por la literatura y una forma de vida, su pupilaje volupto y de embrujo, su interés por lo otro, por el miedo, su tentación por el rebosamiento del límite y otros conatos colmados en viajes marroquíes e italianos, salidas noctívagas, relaciones –no sólo- interpersonales y conversaciones trasnochadas hasta que uno de ellos, y dándole pie de acto al libro, reconstruye la historia de su autodestrucción ígnea. Y su abrazo hondonado lleno de amor al vacío.