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Condenada

03 de septiembre de 2013. Sr. Molina

Si bien es cierto que uno, personalmente, considera que Chuck Palahniuk va perdiendo buena parte del mordiente y el ingenio que tenía en sus primeras obras, no lo es menos que Condenada constituye un buen ejemplo de lo que el mejor Palahniuk puede ofrecer: escatológicas metáforas de nuestra sociedad, personajes rocambolescos e historias inverosímiles que rozan el absurdo. En este sentido, la novela que nos ocupa hará las delicias de cualquier seguidor del escritor estadounidense, pero pondrá de manifiesto el agotamiento de un estilo que, aunque es idóneo para señalar los defectos de nuestro mundo, no acierta a encontrar cauces nuevos por los que desarrollarse.

Condenada es la historia —narrada en primera persona— de Madison Spencer, una joven de 13 años que tras su muerte accidental se ve condenada al infierno. Allí se rodea de un conjunto de personajes que también han caído en desgracia y se dedica a comprender la extraña organización del lugar. Dos hechos harán que su visión de esa vida eterna que le espera cambie: conocerá la verdadera causa de su muerte y recibirá la noticia de que, en realidad, su destino era el cielo…

Que el infierno de Palahniuk sea un call-center en el que una legión de condenados se dedican a llamar a teléfonos del mundo de los vivos para realizar encuestas justo durante la hora de la cena, ya ofrece una muestra de la ironía que impregna cada página del libro. Los paseos de la protagonista por ese nuevo mundo nos irán ofreciendo imágenes escatológicas (en ambos sentidos del término), pero también reflexiones acerca de temas variopintos: las relaciones paterno-filiales, la fama, la honestidad… Por supuesto, no esperen encontrar tesis diseccionadas con el método socrático: la narradora hace uso de la mordacidad y el sarcasmo sin tasa, lo cual en sí mismo ya encierra una visión de las cosas que sirve de base a todo lo demás.

Como suele ocurrir en las novelas del escritor estadounidense, lo capital se oculta bajo una superficie aparentemente provocativa (en ocasiones perversa, o cruel). Madison va mostrando a lo largo de su periplo infernal (hablar aquí de Dante o Swift es quizá ir más allá de lo admisible…) las vacuidades de una sociedad que se construye sobre unos cimientos endebles y frívolos: la belleza, el poder, la fama, el dinero. Pero también elementos menos evidentes son puestos en jaque, como la seguridad, el amor o la amistad. Para Madison, la única certidumbre acaba siendo la de su propio albedrío: incierto, eso sí, ya que en este mundo parece como si ni siquiera nuestras decisiones fuesen inmutables; pero al fin y al cabo necesario para tener una brújula que no señale el camino a seguir en esa jungla que llamamos «vida».

Si bien, como decía al comienzo, el estilo de Palahniuk parece ir agotándose, lo cierto es que al menos nos sigue ofreciendo una mirada cáustica acerca de la sociedad, algo que quizá es hoy día más necesario que nunca. A través del humor y de la ironía podemos asomarnos a unas partes de nosotros mismos que no solemos examinar, pero que siempre están ahí, conformándonos como personas y ciudadanos. Poner en tela de juicio todo eso es responsabilidad del escritor, y así lo hace el estadounidense.

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