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Ciego de nieve

13 de mayo de 2014. José Ángel Sanz

¿Es posible que una crónica del submundo del tráfico de drogas retrate a toda una sociedad en su conjunto? El espejo deformado no cambia la realidad, sino la percepción que tenemos de ella. Así opera Ciego de nieve, rara avis y pieza de culto publicada en 1976 y recuperada con acierto por Capitán Swing, con la nueva traducción de José María Álvarez. El relato describe con detalle las hazañas de Zachary Swan, un traficante convertido de la noche al día en empresario de éxito gracias a una mercancía, un producto de disfrute, que encontraba compradores en las élites de Nueva York. La cocaína, en los años '60. El gran caviar de las narcóticos.

Swan compraba la droga en Colombia y la distribuía entre la clase alta de la Gran Manzana. Por el medio, Swan vive el auge y caída de un comercio para el que ningún gobierno estaba preparado. Antes de que naciera la DEA y sus cada vez más expeditivos métodos se extendieran y exportaran a otras administraciones, Swan saltaba de aeropuerto en aeropuerto, con su cocaína bajo el brazo, oculta bajo métodos que hoy consideraríamos de lo más rudimentario. A medida que la vigilancia crece, lo hacen también su imaginación y sus tretas, hasta exigir artimañas a cada cual más retorcida.

Es esa interminable y progresiva carrera de obstáculos, ese despliegue de una inventiva cada vez más paranoide, lo que dota al personaje de Swan de una enorme ‘pegada'. En su epopeya se rozan lo atroz y lo tierno, lo animal y lo humano. Por Ciego de nieve desfila además un carrusel de traficantes marcianos, intermediarios con intachable cara pública, yonkis irredentos, aspirantes a chamanes y tipos que circulan de un lado para otro con aparente desidia y que sólo preguntan: “¿Cuánto saco yo?"

Hunter S. Thompson se deshizo en elogios cuando leyó Ciego de nieve, que no es periodismo gonzo pero sí presenta a un personaje que se ve obligado a serlo, a quemarse antes de ser devorado por la creciente demencia en un negocio en el que, al final, todos ganan mucho dinero y pierden todo lo demás. Incluida la razón.

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