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Las culturas fracasadas

24 de mayo de 2011. Alan Queipo

Parece que, en esos tiempos que corren, no hay tiempo ni espacio para la filosofía pero es justo ahora, que el clima es adverso y cambiante, cuando más se hace necesario que nos paremos a meditar acerca del mundo que nos rodea y del papel que nosotros como individuos o colectividad jugamos en él. No es una tarea sencilla ni cómoda ya que implica situarnos ante el espejo cuestionándonos realidades y actitudes que, fruto de la convicción, la velada o explícita imposición o la irracionalidad, muchas veces están firmemente arraigadas.

El filósofo José Antonio Marina (Toledo, 1939) es uno de esos pensadores –imprescindibles– que realiza este ejercicio de observador sagaz y meticuloso centrando su atención en los diferentes aspectos de nuestras sociedades en busca de explicaciones o nuevos caminos. Discípulo de Husserl y exponente de la fenomenología en España, ha dedicado los últimos veinticinco años a cultivar su vocación pedagógica como profesor de Filosofía y como divulgador para el gran público a través de múltiples libros e incontables artículos orientados al estudio de la inteligencia y la creatividad. Es autor de obras como Elogio y refutación del ingenio (Premio Anagrama y Nacional de Ensayo 1992), Teoría de la inteligencia creadora (1995), Diccionario de los sentimientos (1999), Crónicas de la ultramodernidad (2000), La lucha por la dignidad: teoría de la felicidad política (2000), El rompecabezas de la sexualidad (2002), Las arquitecturas del deseo (2007), etc.

En este caso y a través de Las culturas fracasadas (Editorial Anagrama), ensayo que subtitula elocuentemente como El talento y la estupidez de las sociedades, se plantea o más bien lanza al lector una serie de preguntas acerca de la existencia de la inteligencia colectiva y la dimensión social de la nuestra individual. Arranca el libro con una fábula respecto a las hormigas y cómo éstas conforman una sociedad perfectamente organizada y eficiente, en la que cada individuo actúa sacrificándose a favor del bien común que es la pervivencia del hormiguero. Les une una suerte de inteligencia colectiva en la que el individuo, más bien estúpido, carece de relevancia salvo porque su realiza la función para la que está destinado de un modo eficaz. Pero ¿qué ocurre si las hormigas se vuelven inteligentes y autónomas? Que, curiosamente, el hormiguero y esa sociedad perfecta deja de funcionar. Esa es la dicotomía en torno a la cual gira el libro: la inteligencia colectiva frente a la inteligencia individual y viceversa.

Rechaza el autor la idea de que individuos poco inteligentes o haciendo escaso uso de sus capacidades, conformen una masa social más efectiva y funcional que aquellos grupos en los que los sujetos piensan por sí mismos. Es decir, que la dinámica del hormiguero no es aplicable a los humanos. Sólo aquellas culturas y sociedades que fomentan la educación de sus individuos y capaces de mantener un equilibrio entre la identidad individual y colectiva logran progresar. Son necesarias leyes y normas adecuadas para que las diferentes mecánicas sociales funcionen pero éstas deben dejar un margen suficiente a la libertad y la creatividad de las personas. En el epílogo, José Antonio Marina, en su clara vocación pedagógica cuyas herramientas maneja con impresionante habilidad, retoma su inicial apelación al lector lanzándole una pregunta: “¿Quiere usted ser protagonista de este libro?”. Él propone una recuperación del espíritu que alentó la Ilustración y una reivindicación de la inteligencia y el conocimiento como el gran recurso de individuos, culturas y naciones. Pero, para que las cosas funcionen, hay que ponerse en marcha. Está en nuestras manos recoger el guante.

Comentarios en estandarte- 1

1 | BAUTISTA MARTÍNEZ INIESTA 26-05-2011 - 12:23:15 h
TIENES QUE PROFUNDIZAR MÁS EN EL COMENTARIO Y MEJORAR LA EXPRESIÓN. PROBABLEMENTE LO HAYAS HECHO DEMASIADO DEPRISA. DESPUÉS DE REALIZAR EL COMENTARIO HAY QUE REPASARLO, CORREGIR LOS ERRORES Y VOLVER A REDACTAR.