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13 cuentos de fantasmas

22 de octubre de 2010. Sr. Molina

En estos 13 cuentos de fantasmas no encontrarán, en verdad, apenas ningún elemento sobrenatural mostrado de forma explícita. Henry James era un maestro de la prosa, sin duda, pero también de la psicología narrativa; capaz de mostrar los dobleces de la psique con una sutileza extraordinaria y a través de un estilo tan elaborado como elegante.

En estas trece historias esa capacidad para la prospección en el alma humana se erige como principal elemento de cohesión. Escritas entre 1868 y 1908 y publicadas en diferentes revistas, todas ellas tienen en común esa exposición del ser humano como artífice de sus propios fantasmas: de sus propios miedos, deseos o frustraciones, si lo prefieren. En estos cuentos los verdaderos entes terroríficos suelen ser los propios personajes.

Muestra evidente de ello son los textos que juegan con el tema (clásico, sí, pero inagotable) del doble. “La vida privada”, por ejemplo, cuenta la historia de un escritor que se “desdobla” para escribir, como si sólo uno de sus yos tuviera el genio suficiente mientras que el otro se dedica a la vida social; por otro lado, otro de los personajes tiene tan poca entidad (no es poco más que un fatuo aristócrata) que no cobra corporeidad sino en el momento en el que alguien le mira y le apela. En “La esquina alegre” el asunto se aborda desde una perspectiva algo más oscura, ya que el protagonista se encontrará con un personaje que resultará ser el hombre que él mismo habría sido si su existencia hubiese transcurrido de otra forma.

James juega siempre (excepto en los dos primeros cuentos, “Romance de la ropa antigua” y “El alquiler espectral”, que hacen gala de una tradición gótica en lo que al terror y las apariciones se refiere) con la psicología de los personajes como motor de la acción. Como decía al comienzo, los fantasmas de estas historias casi nunca son reales; y cuando lo son su papel es meramente accesorio, como ocurre en “Lo que deba hacerse” (en el que un escritor debe realizar, a petición de su viuda, la biografía de un amigo fallecido, pero la intuición de que éste no lo desea lo domina) o “La tercera persona” (en el que dos solteronas se enfrentan debido a los supuestos deseos de un antepasado contrabandista que se les aparece en su antigua casa); lo fundamental para el autor es mostrar lo oscuro de la idiosincrasia y los temores o faltas que subyacen bajo comportamientos en apariencia inocentes. Quizá el mejor exponente lo encontramos en “Sir Edmund Orme”, relato en el que el protagonista, enamorado de una joven que no parece concederle demasiada atención, comienza a ver un fantasma que la acompaña en determinadas ocasiones; la madre de la chica le confiesa que ella le lleva viendo durante años y que se trata de un antiguo pretendiente suyo al que rechazó y que murió. Sólo cuando el protagonista insiste en sus peticiones y termina por vencer las reticencias de la muchacha la trama se resuelve de forma definitiva. La culpa, el pecado o la mentira son los desencadenantes de esos fantasmas que pasan por reales.

Por eso, no hay que buscar en estos 13 cuentos de fantasmas clásicas historias de terror que nos mantengan atentos con el misterio y nos seduzcan con el soplo del horror. James juega con sus lectores desde el principio, insinuando detalles, mostrando sólo aquellos aspectos que nos incitan a creer en algo, pero nunca somos capaces de confirmar la veracidad de esas impresiones. Lo oscuro, en realidad, se esconde dentro de los personajes, y por ese motivo nuestra confianza en la verosimilitud se resquebraja: no podemos estar seguros de nada, al igual que, en cierto modo, no podemos estar seguros de nosotros mismos. La maestría psicológica de Henry James alcanza en algunos relatos (“Vuelta de tuerca”, “Maud-Evelyn”) unas cotas difíciles de alcanzar. Cotas que deparan, se le aseguro, momentos de lectura de un placer incomparable.

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